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Image credit: USA Today Sports

Traducido por Pepe Latorre

Gracias al uso cada vez más extendido de las alineaciones defensivas, los equipos de MLB se comportan de maneras más creativas a la hora de elegir a su segunda base. Mike Moustakas, un tercera base de 30 años y 100 kilos que destaca por su poder, está jugando regularmente en esa posición para permitir que los Brewers incluyan más bates peligrosos en su alineación. Max Muncy es un pegador físicamente similar. Desde que los Dodgers lo ascendieron a las Mayores la temporada pasada, ha jugado en la segunda almohadilla el doble (27) de lo que lo había hecho en una carrera de siete años en las Menores (12).

Kyle Farmer, un receptor/tercera base de 28 años ya ha disputado 20 juegos en la segunda base de los Reds. Había jugado menos de 50 entradas en la posición en las Menores. Hay otros muchos ejemplos (¡¡Edwin Encarnación disputó un juego para la Mariners en segunda!!), pero la idea está clara. A medida que ha ido variando la colocación de los segundas bases en el diamante, ha variado también la noción de lo que se necesitan de ellos defensivamente. Alterando, a su vez, el conjunto de jugadores que los equipos ven apropiados para la posición.

Todo esto parece que debería llevar a un aumento de la producción ofensiva de la posición en comparación con el resto de la liga. Pensemos que se coloca en segunda base a bates que normalmente están en las esquinas (como Muncy y Moustakas) y que los equipos se alejan de la idea de que es una posición donde debe haber un buen guante y pocos hits. Pero está sucediendo precisamente lo contrario. En relación con las otras siete posiciones vemos que la producción ofensiva de los segundas bases (OPS + de 89, donde la media siempre es 100) está marcando unos mínimos que no se veían desde 1996. Y está a un solo punto de caer al menor registro desde 1970.

Lo que resulta más sorprendente (al menos para mí) sobre este declive ofensivo de los segundas bases es que el mayor OPS+ (108) jamás acumulado por la posición se dio hace tres años, en 2016. Un año después, en 2017, se registró la cuarta mejor marca (OPS+ de 102).  La producción ofensiva de los segundas bases estaba sin duda en alza, en niveles que nunca antes se habían visto y coexistiendo con las alineaciones defensivas agresivas… todo cambió de repente.

Aquí está el OPS+ anual de los segundas bases durante las últimas 20 temporadas:

El OPS+ ajustado a la liga de los segundas bases osciló entre 93 y 100 en cada una de las temporadas que se disputaron entre el 2000 y el 2015. De hecho, no batearon por encima de la media (OPS+ superior a 100) en ninguna campaña entre 1990 y 2015. Entonces, después de 26 años siendo bateadores promedio o peores, los segundas bases se fueron hasta un OPS+ de 108 en 2016. Superaron a los jardineros centrales, izquierdos y derechos, a los campocortos y a los receptores. Estuvieron muy cerca de alcanzar a los bateadores designados (109) y terceras bases (110). Volvieron a estar por encima de la media en 2017 y volvieron a sus cifras habituales (98) el año pasado.

Este año han bajado hasta 89 y cualquier posición está produciendo más que ellos. Hace solo tres años, los segundas bases superaron el OPS de los receptores en 68 puntos, ahora esos mismos receptores tienen un OPS 22 puntos mejor. Hay una diferencia todavía mayor: los campocortos promedian un OPS de 112. Los segundas bases han pasado de superarlos por 46 puntos en 2016 a estar 66 por debajo esta campaña. Unas exigencias defensivas similares en ambas posiciones me hacen tremendamente complicado encontrar una explicación lógica para lo sucedido.

¿Qué está pasando?

Habría que empezar diciendo que los segundas bases no han tenido mucha suerte en lo que llevamos de la temporada. Su promedio de .278 para bolas puestas en juego (BABIP) es 20 puntos inferior al registro de la temporada anterior y la posición no ha acumulado un BABIP inferior a .290 desde 1992. Unos pocos sencillos bastarían para que el rendimiento pasara “del peor en tres décadas” a “otra vez por debajo de la media”. En cualquier caso, es bastante más complicado que lo anterior.

Un dato más llamativo es que algunos nombres propios han experimentado un declive importante en su rendimiento desde 2016.

Esto son los mejores OPS obtenidos en la posición en 2016 teniendo solo en cuenta los partidos jugados como segunda base (y estableciendo un mínimo de 300 apariciones al plato):

Arriba podemos ver la mejor promoción de segundas bases pegadores que ha habido jamás. Aquel año 27 peloteros registraron al menos 300 apariciones al plato como segundas bases y 11 de ellos superaron el .800 de OPS con dos quedándose a un solo punto. Tres superaron el .900 de OPS y uno terminó por encima de 1.000. Esta temporada, de los 27 jugadores con más apariciones como segunda base, solo hay seis con un OPS mayor a .800. Moustakas, el fortachón reconvertido a una nueva posición del que ya hemos hablado, lidera a los segundas bases en 2019 con un OPS de .981.

Un vistazo rápido a alguno de los líderes de aquel 2016: Daniel Murphy y Neil Walker son primeras bases mientras que Jean Segura ha pasado al campocorto. Devon Travis no ha jugado nada y Dustin Pedroia casi nada. José Altuve y Robinson Canó están lesionados. Ben Zobrist fuera del equipo por problemas personales. Ian Kinsler ha envejecido, lo mismo que le está pasando a Brian Dozier y Jason Kipnis. Rougned Odor, con 22, era el más joven del grupo. Ahora tiene 25 y batea para .177.

De los 13 segundas bases que aparecen arriba con un OPS de al menos .799 en 2016, solo hay uno que siga sano, productivo y en la posición en 2019: DJ LeMahieu. Imagina haber dicho en 2016 que su futuro iba a ser ser contratado por los Yankees para un rol secundario por dos años y 24 millones de dólares. Sin embargo, LeMahieu se ha convertido en un titular indiscutible, incluidos 42 juegos en la segunda, con un gran .321/.367/.468 (sus números en Coors Field parece que no eran un espejismo) que ha ayudado a un equipo asolado por las lesiones.

Odor aún sigue siendo el cuarto más joven en la posición. Solo le superan Ozzie Albies (22), Michael Chavis (23) y Brandon Lowe (24). Habría también que incluir a Gleyber Torres (22), desplazado temporalmente al campocorto para cubrir la lesión de Didi Gregorius pero que ya está de vuelta a su posición natural. Hay motivos para creer en una mejora en la posición, al menos en una vuelta a la media. Estos jóvenes más un Altuve sano mejoraran mucho los números. Además de otra ayuda extra que llegará pronto.

Casi la mitad de los segundas bases habituales de esta temporada tienen 30 o más años. El bateador nº1 (Moustakas) y el nº2 (Whit Merrifield) están ya en declive y no seguirán mucho más como segundas bases. Sin embargo hay cinco segundas bases en la lista anual de los mejores 101 novatos que elabora BP. No es difícil imaginar a Keston Hiura, Luis Urías y Nick Madrigal unirse a Albies y Torres para levantar las estadísticas en uno o dos años.

Conviene también recordar que muchos segundas bases de Grandes Ligas no empiezan sus carreras en esa posición, sino que son movidos desde el campocorto u otras. Bo Bichette y Brendan Rodgers son los principales candidatos para seguir ese camino. Un cambio que le daría a la segunda base ese empujón ofensivo que necesita. Lo mismo podría sucederles a algunos campocortos establecidos, por ejemplo, a Jorge Polanco, que parece predestinado a acabar en la segunda en las próximas temporadas.

La producción ofensiva de los segundas bases como colectivo esta temporada es muy pobre. A su vez es sorprendente lo rápido ha sido el declive desde ese máximo histórico del 2016. Sin embargo, parece que la bajada en las prestaciones no se debe a la irrupción del shift o a las habilidades de los jugadores, sino más bien a un cambio generacional. Si hacía 2021 la segunda base es el territorio de Torres, Albies, Polanco, Hiura, Urías, Madrigal, Rodgers, Bichette y Altuve podremos decir que el 2016 fue solo un punto negro en la historia de la posición.

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