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Image credit: Jennifer Buchanan-USA TODAY Sports

Traducido por Carlos Pérez

Baseball Prospectus está dedicado a entregar lo último en análisis e investigación beisbolística. Sin embargo, esta semana vamos a dar un paso hacia atrás y mirar algunas estadísticas que en un momento parecieron ser el futuro, o al menos pasar a formar una pequeña parte de él. El propósito de este ejercicio es el celebrar los pasillos y callejones de nuestro pasatiempo favorito dentro de nuestro pasatiempo favorito, al tiempo que damos un paseo por el cementerio estadístico del béisbol.

Antes de empezar, juguemos a algo. ¿Quién lideró la Liga Americana en RBIs en 2019? (La respuesta, al final).

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Es fácil olvidar la locura de las primeras estadísticas del béisbol. Si miras los números de Cap Anson, piensas, sí, de acuerdo, son cifras del Salón de la Fama. Y entonces recuerdas que, durante la mitad de su carrera, necesitó ocho bolas para conseguir una base por bolas. Lo que parece un nivel de dificultad extra hasta que añades el hecho de que, durante la mayoría de ese período, los lanzadores estaban obligados a lanzar la pelota por debajo del hombro. En cierto sentido, es un milagro y una voluntad a la devoción que inspira el juego que tengamos siquiera estadísticas del béisbol del siglo XIX, pero, por otro lado, ya es mala suerte que podamos agruparlas todas, una encima de la otra. O, al menos, deberían ser impresas en cirílico.

Todo este prefacio es para presentar el hecho de una de las estadísticas más fundamentales de todas en el béisbol, tan vieja y antigua como las colinas, la venerable Carreras Impulsadas (RBI, en inglés). Como apuntó Alan Schwartz en The Numbers Game, la liga flirteó con el concepto antes; los periódicos comenzaron a tabular los números ya por 1879. Pero en los tiempos antes de Ruth, cuando las estrellas a veces eran los que pegaban sencillos en lo alto de la alineación, los aficionados se quejaban sobre la injusticia de las RBI, ya que dependían del estado base creado por los compañeros de equipo anteriores al turno al bate de un jugador. La estadística fue olvidada durante décadas.

Su retorno no oficial llegó de la mano del escritor Ernie Lanigan, del New York Press, el Henry Chadwick de segunda generación, que quería usar las RBI para darle mérito al bateo en momentos cruciales por el que a veces se decidían juegos de una sola carrera en la era de la pelota muerta. Chadwick, todavía el rey de las estadísticas del deporte, estaba de acuerdo con él; había usado los números durante mucho tiempo para asignar méritos, en lugar de historia, lo que explica la larga vida del elevado de sacrificio. Se hizo oficial en 1920, y la estadística disfrutó de una popularidad elevada con el crecimiento del bateador limpiabases, y la RBI subió a los altares, hasta alcanzar el estatus de la Triple Corona a finales de los años 50, cuando los periódicos llenaban de números sus cuadros de estadísticas con cifras defensivas y convirtiendo el formato (AB / R / H / RBI) en lo común.

Se dice que el genio a veces crea un vacío en su despertar; aplicado al béisbol, podría decirse que la fuerza del impacto de Babe Ruth le hizo ganar el premio MVP a Juan González 76 años después. A pesar de la revolución sabermétrica, el poder de las RBI se mantuvo como un resquicio de la vieja guardia, simbolizado en la Triple Corona de Miguel Cabrera en 2012. Y entonces… comenzó a desaparecer.

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Los lectores del Chicago Tribune que sacaron las RBI de sus páginas en 1880 no estaban equivocados, e incluso después de conquistar a generaciones posteriores, la gente entendió la flaqueza fundamental de su valor. Para algunos, era destacable; los equipos ganadores tendían a generar más RBIs, pero también generaban más MVPs. El desbalance de RBI cayó en el misticismo de los equipos ganadores, hizo que los grandes parecieran todavía más grandes. Entretanto, Allan Roth, el genio estadístico detrás de Branch Rickey, odiaba las RBIs. Estaba ocupado inventando una alternativa, basada en el número de oportunidades disponibles y aprovechadas por cada bateador. De esta manera llegó al cálculo del RBI% de los primeros años de la sabermetría.

Es algo extraño, en realidad, que este no fuera el primer canal de la estadística. ‘RBI’ fue inventada por dos razones: para determinar qué había sucedido, y también para generar heroísmo. Por más de cien años, el béisbol se quedó en la base del Gran Hit, el concurso individual de voluntades en un momento individual. Pero en una era donde el promedio de bateo era lo más supremo, tratar RBI como estadística de conteo fue esencialmente como conceder el título de bateo al jugador con más hits. Podría haber sido así, pero no lo fue. La versión moderna de los Dejados en Base (Left on Base, en inglés) da contexto, quizás incluso una destilación perfecta de cuánto heroísmo de un total potencial fue generada ese día.

La búsqueda de cuánto estima conceder a un bateador por su trabajo continúa hasta el día de hoy. Las dos soluciones contextuales más famosas fueron la invención de una estadística libre de narrativas, el Porcentaje de Victoria Añadido (Win Percentage Added), y el dictado por la narrativa Carrera Impulsada para Ganar el Juego (Game Winning RBI). De hecho, BP ha proporcionado una gran cantidad de información sobre las carreras impulsadas en nuestra página de estadísticas. Pero el último clavo del ataúd, al igual que para muchas estadísticas, fue WAR. Decidimos que al final, la estadística base no importaba. No hay tal cosa como el heroísmo, al menos en la temporada regular. El mejor indicador para medir qué tan bueno es un bateador con el juego en el alambre, es qué tan bueno es como bateador.

Es un poco triste porque, aunque un número como RBI% debería estar a una distancia prudencial de cualquiera que pueda pensar que se trata de una estadística predictiva, no es terrible como estadística descriptiva. No es difícil calcularlo con estas maravillosas computadoras a nuestra disposición. Y presenta ese espectro difuso de habilidad en los momentos importantes con un poco más de sabor que la sosa WPA. Es tan contextual como el promedio de bateo, o más propio aún, el porcentaje de goles de campo, pues le da al espectador una idea de qué tanto se tiene que emocionar, de la misma manera que lo haría ver un bateador de .320 con la carrera de la victoria en segunda base. Imagina una situación como un juego igualado en la novena, un corredor en segunda, dos outs. Es más emocionante, desde un punto de vista narrativo, que un comentarista diga “Freddie Freeman ha remolcado a un corredor en segunda el 27% de veces este año” que lo que se suele decir comúnmente: “Freddie Freeman ha bateado para .363 con corredores en posición anotadora”.

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La respuesta es José Abreu, con 123. (Terminó cuarto en RBI%, con el 19.4% de corredores remolcados. El líder de la liga fue DJ LeMahieu). Algunos medios destacaron el hecho, pero para la mayoría, parece que el sueño de Ernie Lanigan está finalmente muerto.

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