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Image credit: Jeff Curry-USA TODAY Sports

Traducido por Marco Gámez

La temporada del Béisbol de Grandes Ligas en 1968 estaba programada para comenzar el lunes 8 de abril. El Dr. Martin Luther King, Jr. había sido asesinado cuatro días antes en Memphis, Tennessee. A medida que se corrió la voz por todo el país, los dolientes salieron a las calles en protesta. A raíz de la noticia, prácticamente todos los eventos deportivos se cancelaron excepto el béisbol. El funeral de King fue el 9 de abril y el Día Inaugural de la MLB se retrasó luego de que jugadores afroamericanos como Roberto Clemente y Willie Stargell simplemente se negaron a jugar. Cuando los San Luis Cardinals saltaron al campo de juego el miércoles 10, Bob Gibson era su lanzador abridor.

Gibson, quien había recibido amenazas de muerte, canalizó su miedo y enojo personal en perfeccionar su labor como lanzador esa temporada. Estaba concentrado. Para asimilar los disturbios civiles y los asesinatos que ocurrían a su alrededor, se concentró en sí mismo. Ese enfoque directo, como un rayo láser, en lanzar con éxito resultó en una temporada histórica para Gibson. Elección unánime para el premio Cy Young de la Liga Nacional de 1968. El derecho de 6 pies 1 pulgadas (1,86 m) y 195 libras (85 kg) tuvo marca de 22-9 y registró una efectividad récord de 1.12. En ese momento, era solo el segundo ganador por votación unánime en los 13 años de historia del premio. En su octava temporada completa, a los 32 años, Gibson ganó 15 juegos consecutivos, permitiendo solo dos carreras en un lapso de 95 entradas. Lideró la Liga Nacional con 268 ponches en 305 entradas, permitió 198 hits, 62 bases por bolas, lanzó 13 juegos sin permitir carreras y fue elegido Jugador Más Valioso (MVP, por sus siglas en inglés) de la Liga Nacional.

Más tarde le diría a un periodista: “Lo más importante para mí es ser un lanzador consistente a lo largo de los años, un hombre que ha dado el cien por ciento cada vez que ha estado en el campo, que nunca se ha rendido hasta que el juego terminaba y que nunca ha sido derrotado en la vida. He caído un par de veces, pero me puse de pie nuevamente”. [1]

From Ghetto to Glory, el título de la biografía de Gibson, era apropiado. Siempre volvía. Eso es lo que muchos no podían ver, todas las cosas que estaba superando.

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Pack Robert Gibson, más tarde conocido como Bob, nació el 9 de noviembre de 1935 en Omaha, Nebraska. Era el menor de siete hermanos, vivía con su madre, Victoria, y sus hermanos en el complejo de viviendas públicas llamado Logan-Fontenelle. El padre de Gibson, en honor a quien recibió ese nombre, murió de tuberculosis antes de que naciera Bob. “Nació enfermo y siguió enfermo”, le contó Victoria al New York Times en 1964. Estaba tan enfermo que, de hecho, la familia de Gibson temía que muriera a una edad temprana. Tenía raquitismo, neumonía, asma, rinitis alérgica y un soplo cardíaco. Los efectos de las enfermedades infantiles persistirían durante toda su vida. Sin embargo, ninguno de estos pareció alejarlo de lo que quería. Cuando volvía a casa del hospital, practicaba deportes hasta que se cansaba.

Josh, el hermano de Bob, quince años mayor que él se convirtió en su mentor y figura paterna. Fue a través de Josh que Gibson se involucró en los deportes. Demasiado pequeño para jugar al fútbol, ​​Gibson jugaba al béisbol y al baloncesto, pero este último era su favorito. Cuando era un joven jugador de béisbol en las ligas recreativas, Gibson había jugado principalmente como receptor y campocorto; el pitcheo no era algo habitual para él.

En su tercer año de secundaria, a Bob se le negó una prueba para el equipo de béisbol de la escuela porque el entrenador no quería ningún niño afroamericano en el equipo. Ese entrenador fue posteriormente reemplazado y Gibson se unió al equipo como lanzador y jardinero para su temporada de cuarto año. Logró un promedio de bateo de .368 esa temporada, y después de la secundaria se le ofreció un contrato para jugar con los San Luis Cardinals. Josh, quien también se graduó de la universidad, insistió en que Bob fuera a la universidad.

La Universidad de Indiana le negó la entrada a Gibson debido a que había completado su “cuota de afroamericanos”, pero fue aceptado en Creighton a través de los contactos de su hermano y continuó jugando baloncesto y béisbol. Bob continuó siendo un jugador versátil en la universidad, actuando como receptor, tercera base, jardinero y lanzador. En su última temporada universitaria tuvo marca de 6-2 como lanzador con un promedio de bateo de .333. Inicialmente recibió múltiples ofertas por muy poco dinero de parte de los equipos de béisbol, y ninguna oferta y un interés mínimo de los equipos de la NBA, pero Gibson finalmente firmó con los Cardinals y los Harlem Globetrotters. Sin embargo, después de solo cuatro meses con los Globetrotters, Gibson y los Cardinals acordaron que jugaría béisbol exclusivamente.

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El verbo “Imponer” nunca podría estar alejado de la biografía de “Bob Gibson“, quien además llevó una vida que aparentemente le fue impuesta. Cuando la vida lo presionó de esa manera, parece que decidió que haría lo mismo con cualquiera que se opusiera a él dentro o fuera del campo de juego. Su comportamiento fue una manifestación, una canalización de su cuidado por su pueblo y su miedo a que las circunstancias siguieran siendo las mismas. Durante un tiempo, la reputación de Gibson en la liga fue que era de mal carácter, poco amigable, y combativo en temas políticos-sociales. No le gustaba demasiado el Juego de Estrellas y no fraternizaba durante el evento anual. Era muy respetado como competidor y así lo quería él, pero si los oponentes hubieran tomado en cuenta sus experiencias, probablemente habrían visto a Gibson, desde el punto de vista global, como un ser humano y no necesariamente como alguien de mal carácter.

Para Gibson, él era un solitario que simplemente decía lo que quería decir, y no se arrepintió de eso. No se veía a sí mismo como un luchador por temas político-sociales, sino solo como alguien que se preocupaba decididamente por los derechos humanos. Sabía que las formas en que lo veían estaban relacionadas con el miedo y el aislamiento que sintió aquel día de 1968. Estaba aislado porque la sociedad aislaba a los afroamericanos, especialmente a los como él. “Tengo la reputación de no conformarme con lo que creen que yo debería ser. Su imagen de un buen chico negro es la de que uno debe arrastrar los pies, rascarse la cabeza y decir: “Sí señor, jefe, sí señor”. [2]

Gibson simplemente bajó la cabeza y se concentró en su juego. Sus compañeros de equipo y los más cercanos a él conocían a Bob por quién era, lo veían por cómo quería que lo vieran. Quería ser recordado por quién fue como persona, no solo por lo que podía hacer en un campo de béisbol. Para dejar su huella, tuvo que luchar contra la enfermedad, las lesiones, el racismo y el repudio. La gloria no le fue fácil.

En mayo de 1975, la última temporada de Gibson, se le citó diciendo: “¿Amo el béisbol? Claro que sí. Sé que lo voy a extrañar, pero llega un momento en que todos tenemos que irnos. No disfruto con esa imagen del futuro, pero me adaptaré a ella”. Bob Gibson falleció el 2 de octubre de 2020. El béisbol seguramente lo extrañará, tanto al ser humano como al jugador.

[1] Gibson nears the end, no regrets. Chicago Defender (Daily Edition) (1973-1975); May 13, 1975; ProQuest Historical Newspapers: Chicago Defender. pg. 24
[2] “Gibson Seeks Respect.” Chicago Daily Defender (Big Weekend Edition) (1966-1973), Mar 27 1971, p. 34. ProQuest. Web. 15 Oct. 2020.

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