keyboard_arrow_uptop
Image credit: Rick Osentoski-USA TODAY Sports

Traducido por Carlos Pérez

Vivimos, entre otras cosas, en la Era de Oro del desarrollo de los jugadores. Nunca la liga ha sido tan eficiente en convertir jugadores amateurs y de ligas menores en jugadores valiosos de grandes ligas; es una razón que explica el cambio hacia la juventud de este deporte. A un jugador joven le toma menos tiempo que nunca convertirse en una alternativa superior a ciertos veteranos, y aunque parte de eso es la respuesta a los incentivos económicos corruptos creados por la estructura de compensación de la MLB, otra parte es el hecho de que los equipos están teniendo más éxito que nunca en convertir jugadores talentosos en verdaderos súper clase. Como resultado de esa mejora, sin embargo, es probable que la tendencia que se ha desarrollado en los últimos dos años continúe, e incluso se acelere: los traspasos se han convertido en algo raro, y así seguirá.

El 2 de enero, el comentarista de radio de los Diamondbacks y de MLB Network Radio tuiteó una observación anecdótica pero poderosa: “Ha habido 25 traspasos este verano (excluyendo los jugadores escogidos por la Regla 5), solo hubo 22 el último diciembre (41 en total hasta el final del año 2018). 2017 tuvo 32 traspasos, 2016 tuvo 28, 2015 tuvo 52”.

Desde que ese tuit se publicó, ha habido 17 traspasos más. Ese número representa un pequeño incremento sobre los 14 que sucedieron entre el 1 de enero y el 15 de marzo de 2019, pero casi la mitad de ellos implicaron a jugadores en el limbo después de ser designados para asignación, o no implicaron a ningún jugador con más de un puñado de juegos en las mayores.

Casi cuatro semanas después de ese tuit de Ferrin, Starling Marte fue traspasado a Arizona. (¡Eso sucedió! ¿Lo recuerdas? Ya no está con los Pirates). Con esas noticias, el reportero de ESPN Baseball Jeff Passan tuiteó que podíamos esperar más actividad.

Técnicamente, Passan tenía razón. Desde esa fecha, el mega traspaso de Mookie Betts sucedió, y Emilio Pagan se fue a los Padres. (¿Recuerdas ese? Manuel Margot juega con los Rays ahora). Hubo otros dos traspasos más, ambos con jugadores que habían sido enviados a la DFA por sus antiguos clubs. Eso es todo. En las seis semanas en las que Marte fue traspasado y la liga se paró por el coronavirus, incluso con rumores de ejecutivos implicando que había más movimientos en el horizonte, vimos un total de cuatro traspasos, y dos fueron insustanciales.

Mucho de todo esto se puede explicar por la revolución en el desarrollo del jugador gracias a los avances en la filosofía y tecnología en los últimos años. No fue hace mucho que gente seria dentro del mundo de la cantera del béisbol se preguntaban, de verdad, si el desarrollo de los jugadores era real.

Una frase simple del ensayo de Jason Parks en Extra Innings: More Baseball Between the Numbers from the Team at Baseball Prospectus sobre evaluar, adquirir y desarrollar talento resume el espíritu de los 2010s. “El desarrollo de los jugadores se puede reducir al talento”, Parks escribió, una frase familiar para cualquiera que escuche el podcast Up and In, que Parks dirige junto a Kevin Goldstein. El ensayo es de 21 páginas; el titular “Desarrollo de Jugadores” comienza en la 20ª página, y se pasó la última media página recitando afirmaciones.

Ahora, sin embargo, hay libros enteros escritos (uno o dos al año, en promedio) sobre desarrollo de jugadores, porque esta disciplina se ha convertido más lucrativa, más precisa, y mucho más científica. En el proceso, se ha convertido en algo menos relativo al talento, al menos como Parks y compañía lo definieron hace ocho años. Los jugadores con una buena dosis de talento encuentran éxito en las grandes ligas cada temporada. Los elegidos tarde en el draft que vienen de escuelas de las que nunca has oído hablar, sin pedigrí o sin una buena arma principal, se matriculan en las mayores, algunas veces muy rápidamente, y se quedan allí.

Volveré a hablar de la aridez del mercado de traspasos; lo prometo. Entiende que, durante décadas, los prospectos eran tratados (incluso por sus propios equipos) principalmente con pinzas. Análisis exhaustivos se han hecho para demostrar que los equipos que no traspasaban jugadores jóvenes lo hacían basados en información privilegiada, pero la gran mayoría de jugadores dentro de una organización eran considerados prescindibles. Eran, a ojos del mánager general, más una moneda que un activo: algo que podían intercambiar, en lugar de usar.

Una nueva visión del desarrollo de los jugadores, enfatizado por las herramientas de mejora disponibles y los resultados mostrados en muchos de los equipos que dominan este campo, ha cambiado fundamentalmente la manera en la que los equipos miran a sus propios prospectos. Ya no son dinero en los bolsillos de un GG. Ahora son algo real para ellos, y eso convierte en cada GG en un prisionero del efecto de dotación más que en el pasado.

El economista del comportamiento Richard Thaler demostró el efecto de dotación escribiendo sobre un conocido que era un coleccionista de buenos vinos y había comprado una caja por unos $5 por botella. Años después, un comprador quería comprar el vino por $100 la botella, más del doble de lo que el conocido de Thaler se había gastado nunca en una botella: pero el hombre no quiso vender. En resumen, Thaler estaba mostrando que los humanos tienden a valorar más las cosas cuando las poseen, y que eso lleva a una toma de decisiones irracional. El efecto de dotación rara vez se aplica al dinero, porque solo buscamos obtener dinero para ser capaces de gastarlo, pero una vez que hacemos un intercambio que nos trae algo más tangible y satisfactorio, nos volvemos reacios a considerar darlo, incluso a un precio más que justo.

En el caso de ejecutivos y prospectos del béisbol, este efecto está dando a un efecto de amarrarse a prospectos de forma irracional. Mientras los equipos siguen tratando a los jóvenes jugadores sin experiencia en grandes ligas como propiedades, en algunos sentidos, las gerencias rara vez han considerado a sus jugadores de esa manera. Incluso una colección de gente supuestamente racional, contratada para su habilidad para pensar como corredores de Wall Street, son víctimas de un prejuicio bien conocido que impide tomar decisiones racionales, y a cambio, el mercado de traspasos se vuelve desértico.

La moneda que ha sido su sangre durante el tiempo que los equipos han tenido sistemas de granjas formales ya no está tan conceptualizada, y el efecto ha sido el mismo que si la Reserva Federal implementara una política monetaria restrictiva durante un efecto prolongado: menos circulación y menos actividad, al contrario que un banco central que tome sus decisiones conscientemente para conseguir un nivel deseado de liquidez, este es un mercado que se ajusta a su propia manera, sin suficiente previsión, por un cambio subconsciente que muchos de sus participantes no entienden del todo.

Peor que todo eso: si hay menos traspasos eso entristece a los aficionados al béisbol. Exista un escenario donde hay demasiados traspasos, pero ya van varios años desde la última vez que eso ocurrió. En su lugar, la agencia libre (con todas sus cosas malas) se ha convertido en la forma dominante en la que los jugadores intercambian equipos, y eso provoca que cambios de poder excitantes se sientan como trueques mercenarios. Una falta de traspasos captura los problemas del deporte: un sentimiento general de estancamiento y robotizamiento.

Hay algo bueno en todo esto, claro. El desarrollo de los jugadores genera grandes historias, y no solo tecno-céntricas u orientadas en los equipos. Muchos jugadores que nunca habrían competido en versiones primigenias del béisbol ahora tienen una oportunidad, y la aprovechan. La ética de trabajo, la flexibilidad, y la innovación importan más que nunca. Es divertido escuchar historias de antihéroes que se convierten en héroes, en muchos casos porque tienden a poseer una personalidad que encaja más en este humilde camino a ese punto. Esperemos, eventualmente, que haya una solución a esto: alguna manera en la que los equipos puedan volver a hacer movimientos interesantes sin perder la humanidad implícita en el juego por un enfoque de mentalidad abierta al desarrollo del jugador.

Eso podría ser algo así como darles a los equipos más flexibilidad para intercambiar elecciones en el draft. También podría ser enfatizado indirectamente por una mejor compensación en los extremos de las carreras de los jugadores, minimizando el beneficio de desarrollar una superestrella, pero descartando que cada posible jugador sea justo eso. Entre tanto, les toca a los equipos ser conscientes de la manera irracional en la que valoran a algunos de sus propios jugadores jóvenes, y desprenderse de esa mentalidad para hacer movimientos inteligentes.

Aunque puedan ser infravalorados por perder toda o parte de la temporada, los Twins hicieron un gran trato cuando eligieron no quedarse con Brusdar Graterol, a pesar de entender que es un lanzador inmensamente talentoso y es muy probable que encuentre éxito en las grandes ligas. Con su traspaso, obtuvieron cuatro años de los servicios de Kenta Maeda, y Maeda es un lanzador genial que encaja en sus necesidades más que Graterol, por muchas razones. El apetito que Derek Falvey y Thad Levine mostraron por el riesgo, y su rechazo a cegarse por el efecto de dotación, les permitió fortificar sus posiciones como favoritos en la LA Central, tanto en 2020 como en los años inmediatamente posteriores. Algunos equipos deberían seguir ese ejemplo, tanto porque atraería más aficionados al juego, como porque sería el camino para seguir para la victoria en la década que viene.

Thank you for reading

This is a free article. If you enjoyed it, consider subscribing to Baseball Prospectus. Subscriptions support ongoing public baseball research and analysis in an increasingly proprietary environment.

Subscribe now
You need to be logged in to comment. Login or Subscribe