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Image credit: Eric Bolte-USA TODAY Sports

Traducido por Pepe Latorre

El Salón de la Fama publicó el pasado lunes los jugadores que la Asociación de Escritores de Béisbol de América podrá votar para su inclusión en dicho Salón. Lo que más destacó fue la ausencia de alguien nuevo que destacara. Derek Jeter conseguirá, de manera merecida o no, el voto de prácticamente todos los escritores que participen. Más allá de él solo unos pocos tienen opciones (y muy remotas). Bobby Abreu y Jason Giambi están en los mínimos exigidos si valoramos los méritos acumulados a lo largo de sus carreras. Abreu, no obstante, ve su candidatura algo perjudicada por la falta de legado duradero. A Giambi le toca lidiar con los prejuicios contra los que utilizaron sustancias dopantes. Otros dos candidatos, Eric Chavez y Cliff Lee, rindieron a niveles de Salón de la Fama en algunos momentos de sus respectivas carreras, pero las lesiones abundantes que sufrieron hacen que sus candidaturas pierdan mucho empaque.

Esto hace que Chavez y Lee sean un buen punto de partida para discutir la inclusión en el Salón del tipo que más se lo merece: Larry Walker (escribí sobre la gran versatilidad de Walker a principios de este mes. Esta es la siguiente entrega de una serie de artículos en apoyo de su candidatura en su último año de elegibilidad para ser votados por los escritores). No es el primer pelotero en no ser incluido en Cooperstown por temas de lesiones. Es algo relativamente habitual. Si tuviéramos que enumerar a todos a los que les ha pasado esto nos olvidaríamos de alguno. Longevidad y salud han sido dos aspectos muy a tener en cuenta en el camino al Salón de la Fama. Los jugadores pueden perder sus opciones de llegar al Salón en la veintena, pero no conseguirán entrar hasta estar en la treintena. Los escritores han exigido tradicionalmente que los jugadores envejezcan bien, que sigan produciendo hasta los 30 y que tengan un poco de suerte. Algo necesario para envejecer bien y jugar hasta los 30 largos.

Como Chavez, Lee y otros muchos, Walker no sale bien parado ante esas exigencias. Jugó menos de 2000 partidos y solo fue al cajón en 8030 ocasiones. 88 miembros del Salón de la Fama han tenido más de 9000 visitas al cajón. Solo 47 han tenido menos de 8000. Desde 1950 los únicos dos que han entrado en el Salón con menos apariciones en el plato que Walker han sido Mike Piazza y Kirby Puckett. Piazza era un catcher y Puckett (que además de no dar la talla para entrar en el Salón) lo consiguió en gran medida por la forma desafortunada y antinatural en que terminó su carrera. Las excepciones a los elevados estándares de longevidad y salud que tienen los escritores son muy escasas. Luchar por la inclusión de Walker es luchar por una excepción.

Aquí es donde es importante considerar un estadio que fue su casa y del que nadie habla: el Estadio Olímpico de Montreal. Cuánto se inflaron sus números cuando jugó como local en Coors Field podría ser la pregunta crucial sobre su candidatura (y le daremos a ese tema su propio artículo a su debido tiempo). Pero primero toca contestar a qué mérito deberíamos atribuirle a Walker por sobrevivir y prosperar en una superficie tan dura como el AstroTurf. Una superficie que truncó y acortó las carreras de prácticamente todos los jugadores talentosos que lo sufrieron, ¿Qué crédito dar a Walker por tener una carrera exitosa y cada vez más saludable después del Estadio Olímpico?

Cuando Walker ganó el MVP de la Liga Nacional en 1997 disputó 153 partidos. No se puede decir que fuera una actuación de Iron Man, pero hay matices. Empezó 148 juegos, nunca estuvo fuera durante dos partidos consecutivos y superó, en su octava temporada completa en las Grandes Ligas, los 150 partidos por primera vez en su carrera. Ese año fue también la única ocasión en la que comenzó al menos 140 juegos en el jardín. En alguna ocasión se perdió partidos por razones de descanso o por lesiones persistentes, algo que por entonces no tenía mucha aceptación. Pero a menudo Walker simplemente estaba lesionado. Sufrió algunas lesiones importantes durante su carrera, de la misma manera que le tocó lidiar con cosas lo suficientemente graves como para mantenerlo fuera de la alineación por dos, cinco u ocho días seguidos. Estas cosas evitaron que Walker acumulara los números que tuvieron otros jugadores de su generación. Probablemente le impidieron alcanzar los 500 dobles y los 400 jonrones. Los únicos que lo han hecho y no están en el Salón de la Fama (de momento) son Barry Bonds, Rafael Palmeiro y Manny Ramírez. A Andre Dawson casi que le bastó con superar esos hitos para entrar en el Salón de la Fama.

Si Walker fuera simplemente un jardinero propenso a las lesiones se podría rechazar su candidatura alegando que es otra más que se queda corta. No es tan simple. Dawson ayuda a dilucidar el problema: tuvo sus temporadas de 1984, 1985 y 1986 (todas ellas con los Expos) interrumpidas por lesiones. Dawson huyó a Chicago en 1987, frustrado y convencido de que las lesiones venían provocadas por el desgaste implacable de los jardines del estadio de Montreal. Tim Raines perdió un tiempo considerable en cada una de sus últimas tres temporadas en Montreal (1988-90). Acabó yéndose a Chicago en 1991. Moisés Alou promedió solo 119 juegos por año en sus cinco temporadas completas con los Expos (un número sin duda reducido artificialmente por la huelga en 1994-95). Luego jugaría 150 y 159 juegos en cada una de sus dos primeras temporadas fuera de los Expos. Vladimir Guerrero se perdió aproximadamente la mitad de su temporada de novato y aproximadamente la mitad de su última temporada con los Expos (2003) por lesiones. Cliff Floyd y Rondell White también tuvieron problemas.

Algunos jugadores lidiaron con problemas de rodilla. Otros con dolencias en la espalda o los pies. Las evidencias, no obstante, son bastante abrumadoras. Algunos de estos tipos podrían haber sido propensos a las lesiones de todos modos o haber hecho cosas fuera del terreno de juego que les dificultaran mantenerse sanos (hola, Ellis Valentine). Pero el patrón es demasiado persistente como para reducir el problema a los individuos. Jugar todos los días como jardinero de los Expos era prácticamente imposible. Aquellos que los hicieron necesitaron más descanso, fueron más a la enfermería y tuvieron algunas dificultades para mantenerse saludables en sus carreras después de los Expos.

Walker jugó siempre a tope, incluso imprudentemente. Tuvo lesiones peculiares. De niño jugaba mucho al hockey. Eso le pasó factura y podría haber hecho que manejar las superficies ásperas fuera especialmente difícil para él. Estas cosas son su propio problema, no se pueden utilizar para justificar su candidatura al Salón de la Fama. Sin embargo, sería injusto (e inconsistente con la historia reciente, ya que Dawson y Raines ganaron sus largas batallas por la inducción y Guerrero (un caso muy justo estadísticamente) entró) que a Walker se le dejara fuera por una falta de tiempo de juego que se debe, en gran parte, a un factor ambiental más allá de su control. Cualquiera que quiera hablar despectivamente sobre los números que Walker consiguió en Colorado necesita equilibrarlos con todo lo que no consiguió cuando estaba en su mejor momento y jugaba en Montreal.

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