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Image credit: Joe Camporeale-USA TODAY Sports

Traducido por Pepe Latorre

Primera parte

La solución que a Craig y a mí se nos ocurrió en su momento para frenar la avalancha de relevistas que veíamos por juego fueron reglas para restringirlos como recurso. Limitar el número de brazos disponibles en el bullpen así como el número de veces que podrían ser transferidos crearía una sensación de escasez para los equipos, de la misma manera que un brazo sabe que el número de lanzamientos por partido también es limitado. Creo que estas reglas ayudarían porque crearían, como poco, un pequeño desincentivo en los lanzamientos de máximo esfuerzo, sabiendo que una sexta entrada podría ser más importante que una o dos carreras en las primeras cinco.

Ciertos cambios en las reglas como el reloj de lanzamiento y los límites al número de relevistas son, temáticamente, si no literalmente, medidas restrictivas. Generan desincentivos para lesionarse e incentivos para acelerar un poco el juego. Pero no son respuestas directas y las lesiones no son el mejor método de enseñanza, es como regañar a un cachorro por lo que hizo el día anterior. Se pueden crear incentivos, pero no se puede obligar a los protagonistas a ser racionales, especialmente en un negocio donde se valora dejarlo todo en el campo y guardarse algo para el día siguiente es un pecado.

No se puede evitar que los lanzadores se destrocen los brazos, pero puedes intentar que esto afecte a los equipos lo suficiente como para obligarlos a hacer algo al respecto.

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Una de las cosas que Rob Manfred ha afirmado que le importan, porque sus grupos de enfoque se lo dicen, es restaurar el protagonismo del lanzador abridor. Los fanáticos quieren que los abridores lancen profundo. También quieren que se lesionen menos. También quieren que la cerveza sea más barata. Los fans son muy exigentes.

El problema, por supuesto, es que los equipos no quieren que los abridores se vayan a muchos lanzamientos por partidos, porque eso está reñido con ganar. Las armas nuevas funcionan mejor que las viejas. Al menos ahora. No siempre fue así. Este gráfico muestra las carreras permitidas cada nueve entradas para los lanzadores abridores (azul) y relevistas (naranja) desde 1947.

Los relevistas fueron peores que los abridores de manera bastante consistente hasta principios de la década de 1970, cuando la popularidad de los saves se extendió por la liga como una plaga y nació el cerrador moderno. El bullpen nunca cedió esa ventaja hasta el pasado 2017. Hay una muy buena razón para ello. Esta es la distribución de entradas lanzadas entre abridores (azul) y relevistas (naranja).

El crecimiento constante de las entradas de relevo en los últimos 75 años es algo increíble a su manera. Fue constante hasta 2017, más o menos, cuando la liga se volvió loca con la utilización de relevistas. Hay una multitud de razones para esto: aumento de lesiones entre los abridores, la amenaza de un aumento de lesiones entre los abridores que lleva a límites cuidadosos en las entradas y el hecho de que el relevista moderno es relativamente fácil de crear en un laboratorio y tiene pocos derechos y un salario muy asequible. ¿Por qué pagar por las entradas cuando puedes crearlas tú mismo en casa?

La única forma de restaurar al abridor es diseñar una versión del juego en la que esto ya no sea cierto. Volver a una época en la que cada vez que el mánager levanta el teléfono del bullpen se le revuelven las entrañas. Limitar sus opciones mediante restricciones en el roster es un comienzo, pero no revierte 75 años de evolución. Los relevistas tienen que ser malos. Los equipos no van a dejar de enseñarles sliders y enviarlos a Tread (un vanguardista centro de entrenamiento para lanzadores). Las únicas alternativas son una expansión masiva de la liga para reducir el talento disponible a niveles anteriores a la Era de Expansión, crear un handicap estructural artificial o penalizar a los relevistas.

Y ni siquiera eso sería suficiente. Ni siquiera decirle a cada abridor “será mejor que nos des siete entradas, guarda algo” funcionará. Los atletas son como adolescentes, se consideran invencibles, pero solo de vez en cuando lo son realmente. Para que esto funcione se necesitaría otro cambio radical en el entorno del béisbol, uno que proporcionará a los lanzadores algunos turnos al bate de bajo estrés para intercalarlos con los de estrés más elevado. Se necesitaría empujar las vallas hacia atrás y reducir el tamaño de los guantes, recompensar el bateo de contacto a tal punto que obligará a los equipos a reajustar el talento en sus plantillas para centrarse más en la defensa, algo que ahora sólo hacen con los receptores. Los lanzadores nunca sobrevivirán hasta que vean esto al final de la alineación:

Los lanzadores nunca sobrevivirán.

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Stephen Strasburg ya no existe. Stephen Strasburg nunca nos dejará. Su impronta, el talento que derramó en el montículo, es el símbolo del béisbol moderno. Por ahora, esa pérdida es una decepción. Dentro de unos años, después de ver a sus sucesores colapsar por la presión de sus trabajos imposibles, su temporada 2019 será recordada como un éxito puro, un objetivo cumplido.

Hay un millón de cosas a las que echar la culpa: el reloj de lanzamiento, la prohibición de las cosas pegajosas para mejorar el agarre y dispositivos como Edgertronic y similares. Las modernas rutinas de entrenamiento que se prolongan durante todo el año y chavales que se dejan los brazos para salir adelante y hacerse un nombre. El auge del bateador designado y la desaparición del out sencillo. Unas gradas que poco a poco reducen el tamaño de los jardines y unos toleteros interesados únicamente en poner la bola en esas gradas. La verdad insatisfactoria es que es todo lo anterior; casi siempre es todo lo anterior.

Después de haber dedicado la atención de los análisis a ganar dentro del sistema actual, la siguiente etapa es crear el sistema que queremos que gane. La liga y el sindicato de jugadores nunca han sido tan cuidadosos con los efectos subyacentes de las reglas y como cambiarlas afecta a todos. Pero este asunto no va a ser sencillo, porque para resolver las lesiones de los lanzadores no podemos simplemente hacer retroceder el reloj de lanzamiento y dar por terminado el día. Tenemos que deshacer un nudo que lleva 75 años de gestación y exigirá cambiar mucho más que un simple límite en el roster o una solución rápida. Nos exigirá redefinir qué es el béisbol y deshacernos de nuestras nociones infantiles de que es algo en lo que podemos confiar para que evolucione de forma natural. Si no lo hacemos, toda una generación de lanzadores talentosos se verá abocada hacia el retiro anticipado.

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