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Image credit: Reinhold Matay-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Por primera vez en mucho tiempo, ha sido una semana buena para los Detroit Tigers. Durante estos últimos días, los Tigers han convocado a tres de sus mejores prospectos: Casey Mize, primera selección del draft de 2018, el talentoso zurdo Tarik Skubal, y el potencial jugador de cuadro del diario Isaac Paredes. Respectivamente, Mize y Skubal se clasificaron 12º y 76º en el Top 101 de esta publicación, mientras que Paredes arrancó la temporada como el prospecto número 6 de Detroit.

Para muchos, esto significa que los Tigers están entrando en la siguiente etapa de su reconstrucción. Mize, Skubal y Paredes pueden ser vistos como potenciales pilares del equipo de los próximos buenos Tigres. Nada en el béisbol es seguro, pero al fin, los Tigers tienen una nueva base. Caritativamente, podemos decir que esta etapa es cuando los aficionados pueden finalmente empezar a disfrutar de los frutos nacidos de varias temporadas no competitivas.

Pero siendo más realistas, deberíamos ver esto como el último de una larga lista de tristes recordatorios de que así es como los equipos conducen sus negocios ahora. Que por primera vez en más de tres años, los Tigers están dando a sus aficionados alguna razón para sintonizarlos.

En las últimas tres temporadas, los Tigers tienen marca de 175-310, para un porcentaje de victorias de sólo .361. Los Tigers, que alguna vez fueron grandes inversionistas de talentos, han ocupado los puestos 19, 20 y 22 en nóminas cada año desde 2018. Se clasificaron como el peor equipo de la Liga dos veces en ese período de tres años, alcanzando a ser el quinto peor equipo en 2018; una temporada en la que irrisiblemente terminaron terceros en su división. Han sido verdadera y completamente abominables para la vista.

Sin embargo, para muchos aficionados, la idea de ver lo que no se puede ver durante años se ve ahora como un precio que hay que pagar por la relevancia futura. Los Tigers son sólo la última organización que opta por autodestruirse desde que los Astros popularizaron hace varios años la estrategia de “ser el peor hasta lograr el título”. Algunos compañeros de reconstrucción como los White Sox, Blue Jays y Padres, están saliendo de sus capullos de miseria. Otros, como los Royals, los Orioles y los Marlins, están todavía a medio paso de Detroit. No hablaremos de los Pirates en este espacio; el mundo ya es bastante triste. El plan no funcionará para la mayoría de estos equipos, pero sí para los Astros. Y le ahorró a los propietarios de los Astros mucho dinero.

En resumen, el plan que los Tigers han seguido desde su última época de relevancia se ha normalizado en gran medida. Ya no se considera atrevido o poco convencional armar una plantilla que no debería jugar durante varias temporadas en nombre de un mañana más brillante. Ahora es la norma. Los aficionados han sido condicionados a no enfurecerse contra varios años consecutivos de pelota no competitiva, sino más bien a saborear los ciclos de contención mientras están abiertos.

La barra está ahora tan baja que presentar una plantilla medio creíble significa que un equipo se ha tropezado con ella. Dada la creciente homogeneización de las oficinas centrales, la devoción servil de toda la Liga a la “flexibilidad financiera“, y la inminente guerra laboral, no parece que el listón vaya a subir pronto.

Nada de lo anterior es para decir que se debe esperar que los equipos sean contendientes creíbles al campeonato cada año sin excepción. La agencia libre, el desgaste por lesiones, la fluctuación del rendimiento y la suerte hacen que eso sea imposible. Las estrellas se vuelven caros, y aún peor, las estrellas envejecen. Mientras que las mejores organizaciones pueden pasar sin problemas de un núcleo a otro, han probado ser las excepciones a la regla.

Pero se puede y se debe esperar que los equipos den a los aficionados algunas razones cada año para sintonizar, para gastar dinero, para seguir prometiendo sus lealtades. No hay reglas que digan que debes someterte a tres años de Jordy Mercer antes de darle una oportunidad a Paredes. No hay un mandato para seguir sacrificando a Jordan Zimmermann en el altar antes de mirar hacia Mize o Skubal. No tienes que perder 100 juegos para ganar 100. Las ventanas de contención no tienen que cerrarse después de dos o tres años, y la reconstrucción no garantiza el éxito futuro.

En cierto modo, los Tigers son una organización rara a la que hay que destacar por seguir el plan moderno de “reconstrucción”, ya que al menos tienen una historia semi-reciente de éxito sostenido. No están atrapados en una reconstrucción permanente como los Marlins, ni están eternamente apenas respirando como los Mariners.

Es fácil olvidarlo ahora, después de años de Gordon Beckham y Daniel Norris, pero mientras que los Tigers de 2017 hasta el presente han sido una vergüenza total para el béisbol, los Tigres entre 2011 y 2016 fueron bastante buenos. Los Tigers de principios de la década del 2010 son los más fáciles de recordar por lo que no lograron—ganar una Serie Mundial—pero estuvieron a un hit o dos de ser recordados en la misma línea que los Medias Rojas, los Cardinals y los Giants de la misma época. Mike Illitch derramó dinero en esa plantilla. Dave Dombrowski adquirió talento de forma agresiva. Pocos equipos tenían tantas estrellas.

Esas estrellas se volvieron viejas y caras, como todas las estrellas. Es totalmente razonable que, después de años de intercambiar prospectos por veteranos, darles a sus piezas clave grandes extensiones de contratos, y desembolsar los dólares más caros para contratar agentes libres, los Tigers tuvieron que dar un paso atrás.

Pero la fuerza de la plantilla no está limitada por la tercera ley de Newton; los años de relevancia y contención no necesitan años de implacable horror. Una cosa es reconstruir, o recargar, o rehacer—cualquier verbo que comience con “re” que le guste más a ese gerentillo proveniente de la Ivy League. Otra cosa es ganar menos partidos en dos años que algunos equipos ganen en uno. Llenar una plantilla de jugadores de Cuádruple-A, de jugadores que ya “han sido” y de los que “nunca fueron”. No hacer ningún esfuerzo para presentar un equipo competitivo—un producto que se pueda mirar por gusto—durante el tramo de una presidencia. Asumir que el fracaso ahora garantiza la victoria más adelante.

Los equipos de hoy en día a menudo operan erróneamente como si fueran los únicos que operan dentro de las limitaciones que el tiempo y el dinero nos imponen a todos. Pero todos tenemos sólo 24 horas en un día. ¿Por qué gastar tres de ellas viendo a un equipo que no merece ser visto? ¿Por qué gastar dinero en algo que se supone que debe entretenerte, pero que sólo se preocupa en maximizar sus utilidades?

Por ahora, parece que los aficionados de los Tigers pueden dejar de hacerse esas preguntas. Por ahora, tienen razón de sobra para celebrar. Es bueno que Mize, Skubal y Paredes estén ahora en el club de Grandes Ligas. Le da a los fans de los Tigers esperanza, y les da una razón para prender la tele.

No olvidemos que podrían haber tenido ambas cosas todo el tiempo.

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