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Image credit: Gregory J. Fisher-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Hay una creciente conciencia en la MLB de la desafortunada historia (y los problemas actuales) de la Liga con el racismo. Visores, jugadores y reporteros (incluyendo el propio equipo de Baseball Prospectus) están enfrentando el legado del lenguaje racista usado para describir a los jugadores de color. Pero un análisis cuidadoso de los datos muestra que el problema del prejuicio racial en el juego va más allá de cómo los evaluadores de talento hablan de los jugadores: en realidad ha dado forma a muchas carreras a un grado significativo, negando ascensos a personas negras, indígenas y de tez morena (BIPOC por sus siglas en inglés) e impidiendo a los bateadores que lo merecen alcanzar las Ligas Mayores.

Hace unas semanas escribí sobre los prejuicios raciales en una colección de informes de los visores de los Reds que nos dieron a mí y a Ben Lindbergh. Los visores de Cincinnati desplegaron una serie de palabras negativas al referirse a los jugadores BIPOC, utilizando mucha más verborrea elogiosa sobre los prospectos blancos. En ese artículo señalé que la preocupación por la capacidad física y mental de los jugadores (una de las áreas en las que los comentarios racistas eran más prominentes) no parecía predecir la falta de producción de los jugadores BIPOC en las Grandes Ligas.

Dadas las disparidades en la forma en que los visores se referían a los jugadores blancos y a sus colegas, pensé que también debía haber un impacto en la progresión de la carrera de los jugadores BIPOC. Si los visores alimentan constantemente a sus gerentes con una dieta de informes negativos sobre jugadores BIPOC de las ligas menores, es lógico que esos jugadores no tengan las mismas oportunidades de llegar a las Ligas Mayores. Así que tomé datos de las ligas menores remontándose a 1991 para probar si los jugadores BIPOC de posición tenían caminos más lentos para ascender por las ligas menores.

Utilicé, con permiso, una base de datos de información racial originalmente recabada por Mark Armour y Daniel Levitt para su histórico estudio sobre la demografía de la MLB. Una limitación (pero para mis propósitos, en cierto modo una fortaleza) de los datos es que sólo cubre a los jugadores que recibieron al menos algo de tiempo de juego en la MLB. Como señalan Armour y Levitt, la raza puede establecerse mejor preguntando a cada jugador individual cómo se identifica a sí mismo, pero entrar en contacto con decenas de miles de jugadores de béisbol actuales y anteriores simplemente no es factible. Ellos describen el uso del color de la piel en combinación con el país de origen para determinar el origen racial. Este no es un método infalible y las asignaciones de algunos jugadores pueden ser erróneas. Pero con más de 7,000 jugadores para examinar y unas 30,000 promociones posibles, cualquier pequeña proporción (<20%) de identificaciones erróneas es incapaz de explicar estos resultados.

Los datos de Armour and Levitt ponen a los jugadores en uno de cuatro grupos: blancos, afroamericanos, latinos y asiáticos. No se trata de una lista detallada de razas y, de manera más importante, la gente puede identificarse como ser de más de una raza a la vez (por ejemplo, los afro-latinos constituyen un subconjunto importante de jugadores en la MLB). Dado que el propósito del estudio no era identificar las diferencias entre las razas, sino más bien determinar si había algún tipo de sesgo racial, agrupé a todos los jugadores en dos categorías: blancos y BIPOC. Esta elección no pretende eliminar las diferencias de experiencia entre razas, que seguramente existen, sino más bien centrar la cuestión principal de si existe un sesgo en las promociones entre los blancos y los BIPOC.

Consideré sólo los cuatro niveles principales: Del nivel A a la Triple-A y nivel MLB. Tampoco consideré los ascensos que ocurrieron a mitad de temporada, especificando sólo las transiciones de un año a otro. Lo hice para minimizar los efectos de (por ejemplo) los reemplazos por lesiones, que pueden confundir la decisión de una organización sobre la preparación de un jugador para dar el salto con su necesidad de presentar un equipo completo en cada nivel.

Codifiqué cada año dependiendo si un jugador daba el salto al siguiente nivel (A bajo -> A alto, A alto -> Doble-A, Doble-A -> Triple-A, y Triple-A -> MLB) y consideré tres facetas del rendimiento del jugador en el campo: su ofensiva (descrito por su OPS del año y de la liga), su defensa (descrito por su FRAA), y su posición (determinado por el ajuste posicional interno de esta publicación, las mismas que usamos para el WARP). También incluí la edad del jugador en relación a su nivel para tener en cuenta cómo los equipos ven a sus prospectos: obviamente, un jugador de 19 años con una línea promedio en Doble-A es más prometedor que un jugador de 26 años con el mismo rendimiento.

Encontré una diferencia significativa entre la probabilidad de que un jugador blanco vs. un jugador BIPOC salte a la siguiente liga cada año. Incluso controlando su rendimiento en el campo, los jugadores blancos tenían aproximadamente un 3% más de posibilidades de ascender cada temporada que un colega equivalente BIPOC. Hay una variedad de formas diferentes de especificar modelos estadísticos para probar esta hipótesis: incluir y excluir cada variable, incorporar otras consideraciones como el origen nacional, limitar los rangos de edad para excluir a los prospectos muy jóvenes (o muy viejos), y así sucesivamente. Ninguna de las especificaciones de los modelos intentados produjo un efecto inferior a alrededor del 2.6% (o superior al 4%), lo que sugiere que el sesgo no es un artefacto de una forma particular de modelar las promociones de las ligas menores.

Una diferencia de 3 a 4% puede parecer pequeña, pero hay que tener en cuenta algunos factores. En primer lugar, la mayoría de los verdaderos talentos de Ligas Mayores serán tan evidentes que, aunque su raza se utilice en su contra, no será suficiente para impedir que alcancen la Gran Carpa. (Del mismo modo, la mayoría de los jugadores de todas las razas que simplemente no son lo suficientemente buenos para jugar al béisbol de las Grandes Ligas y los prejuicios no marcarán la diferencia para alguien con un 0.01% de probabilidades de llegar a la MLB de todos modos). Un visor podría emitir un informe racista sobre Barry Bonds, pero los comentarios sobre sus aretes no serán suficientes para evitar que su gerente general lo ascienda de todos modos.

En segundo lugar, el impacto del 3% es por jugador-año, lo que significa que el impacto acumulativo a lo largo de una carrera es mucho mayor. Para ilustrar esto, consideremos dos compañeros de jugadores blancos y BIPOC con habilidades iniciales exactamente equivalentes, ambos comenzando en nivel A bajo el mismo año. Los jugadores BIPOC tienen un 19% de posibilidades por año de pasar al siguiente nivel, mientras que los jugadores blancos tienen el 22%. Después de cinco años, aproximadamente el 6.7% de los jugadores blancos habrán llegado a la MLB, mientras que sólo el 4.3% de los jugadores BIPOC lo harán. El impacto acumulativo de ese sesgo del 3% se multiplica con el tiempo. En general, en los datos que tengo, los jugadores BIPOC tardan unos 0.6 años más en pasar de MiLB a MLB. Teniendo en cuenta la economía de la MLB y el relativamente pequeño lapso que los jugadores tienen para monetizar su talento, perder media temporada o más es un alto precio a pagar por ser BIPOC.

Finalmente, en este artículo sólo estoy estudiando el aspecto de la promoción de las ligas menores. En realidad, el proceso de ascender a la MLB es más complejo que sólo trabajar para ascender. También tienes que evitar los descensos de categoría y conseguir suficiente tiempo de juego en cada nivel para seguir exponiendo tu caso, otras dos áreas en las que podrían aparecer prejuicios raciales (y según los resultados de este estudio, es probable que así sea). Por lo tanto, el efecto total de los tres procesos (ascender, evitar descensos y obtener apariciones al plato) es probablemente mucho mayor que el estimado del 3%.

Siempre es difícil en los datos del mundo real hacer una identificación pura de los prejuicios raciales, especialmente como una fuerza causal. Cientos de factores intervinientes difieren entre las razas, cualquiera de los cuales podría ser importante. Por ejemplo, la raza está innegablemente entrelazada con los factores de desarrollo y la forma en que un jugador aprendió el juego. Crecer jugando en una academia de béisbol dominicana y saltar a los profesionales a los 19 años puede dar a un jugador un conjunto de habilidades diferentes a las de un programa de béisbol de la NCAA.

Pero vale la pena señalar que los jugadores de esta muestra de todas las razas comenzaron en las ligas menores con un promedio de OPS muy similar. (Considerando que todos los jugadores eventualmente llegaron a las Ligas Mayores, tal vez esto no sea sorprendente.) Con el tiempo, los jugadores BIPOC tendían a obtener mejores números ofensivos y defensivos que sus colegas blancos en las mismas ligas, lo cual es consistente con la idea de que estaban siendo retenidos de los ascensos que merecían y obligados a ser mucho mejores que las ligas en las que jugaban. Esto también es consistente con la evidencia de los informes de los visores de los Reds, que mostraron que los lanzadores BIPOC frecuentemente tenían un promedio de velocidad de bola rápida más alto que sus colegas blancos, aunque a menudo recibían peores calificaciones. Según medidas objetivas, los jugadores BIPOC sobresalían; sus lentos caminos a través de las ligas menores no reflejaban esa excelencia.

Incluso considerando la dificultad de establecer el prejuicio más allá de cualquier duda, tenemos un buen caso para demostrar que el racismo ha dado forma a los ascensos de miles de jugadores BIPOC a lo largo de los años. Sabemos que los jugadores BIPOC se desempeñaron al menos tan bien por las medidas estadísticas convencionales como sus pares blancos. Armour señala en su estudio demográfico que incluso en las Grandes Ligas, los jugadores BIPOC producen una cantidad desmesurada de WAR en relación con su proporción en la Liga. También tenemos evidencia (de los informes filtrados de los visores y el testimonio del personal de ciertas gerencias) que los visores y los encargados de tomar decisiones en la gerencia muestran un prominente sesgo en la forma en que califican a los jugadores BIPOC. Por último, tenemos una clara diferencia en los resultados entre los jugadores de diferentes orígenes raciales, incluso teniendo en cuenta su rendimiento en el diamante.

No hace falta dar un gran salto de fe para ver que los jugadores BIPOC, juzgados sistemáticamente por el racismo como prospectos de menor calidad que sus compañeros blancos por los evaluadores de talento a pesar de tener iguales o mejores estadísticas, han recibido menos oportunidades de progresar a través de la pelota afiliada a lo largo de los años. El impacto de este sesgo es potencialmente asombroso. Aunque todos los jugadores estudiados alcanzaron la MLB, el sistema cerró la puerta a miles de otros jugadores negros y latinos quienes debieron obtener oportunidades en las Ligas Mayores a lo largo de los años. Es cierto que la mayoría de ellos habrían sido jugadores de medio pelo en Grandes Ligas, destinados a rebotar entre las ligas menores y la parte inferior de la primera plantilla. Pero al igual que con cualquier muestra de unos pocos miles de jugadores de ligas menores, un puñado probablemente podría haber llegado a ser un grande si se expone a los rigores de la competencia de la MLB.

Los cientos o miles de jugadores BIPOC cuyas carreras se estancaron o terminaron prematuramente es una tragedia. Los aficionados sufren por no poder ver a grandes talentos que nunca juegan, pero peloteros cuyas ambiciones fueron aplastadas por los prejuicios raciales pagaron un precio mucho mayor. Los deportes reflejan la sociedad y el béisbol, calificado como el pasatiempo de los Estados Unidos, refleja al país: desde el uso de lenguaje codificado para hacer menos a los jugadores BIPOC hasta la ridícula suposición de la validez de la meritocracia, los prejuicios sobre la reserva de talentos del béisbol tiene ecos espeluznantes de los problemas que enfrenta el país en su conjunto.

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