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Image credit: Thomas B. Shea-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Las multitudes son sólo colecciones masivas de extraños. ¿Si recuerdas a los extraños, no? Son esas personas que tus padres te dijeron de que te alejaras, cuando se te permitía estar cerca de otros. Algunas multitudes se reúnen bajo un interés compartido, y en el caso de los juegos de béisbol, es porque disfrutan de alguna combinación de béisbol y de la bebida del día. Y les deseo a todos los extraños lo mejor en la vida, pero eso no incluye en absoluto estar codo a codo con ellos.

Con las multitudes viene el clamor, el desorden y la consternación. También traen varias enfermedades, como aprendimos por primera vez este año, aparentemente. Pero incluso antes de ser conscientes de los organismos microscópicos que de manera Albert Belle se introdujeron en el Fernando Viña de nuestro sistema respiratorio, las multitudes eran generalmente entidades desagradables, excepto cuando todos aplaudían a alguien que podía caminar tras una aparente lesión de aspecto aterrador, o todos cantaban al unísono a una canción que no era de Neil Diamond.

Los juegos de béisbol en vivo y en directo volverán a ocurrir, eventualmente. La MLB está tratando de encontrar un camino de vuelta a la vida, plan a plan, prueba a prueba. Podría ser a finales del verano, podría ser el año que viene. Cuando sea que sea la fecha, es razonable esperar una desescalada para volver al juego como lo conocíamos. Primero los jugadores y el personal esencial, y cientos de empleados. Observaremos desde los confines de nuestras aisladas fortalezas, porque nos hemos acostumbrado a hacer todo sin luz solar o aire fresco, así que ¿por qué parar ahora? Una vez que los funcionarios de salud pública asientan con la cabeza, añadiremos decenas de miles de personas más a la mezcla a cada paso.

Si hay una luz de esperanza al final del túnel, es que todas nuestras ineficiencias y normas draconianas serán destrozadas por necesidad, y reemplazadas por sistemas que funcionen para todos: no sólo en las crisis, sino en la vida cotidiana. Eso incluye apoyo financiero y de procedimientos para los trabajadores de la salud, empleados de servicios, familias, padres, jugadores de béisbol de ligas menores… como se mencionó antes, todos.

¿Y una de esas mejoras que cambian la vida? No más multitudes en el béisbol.

Las multitudes tienen un propósito positivo en el paradigma deportivo, particularmente animando a los atletas a realizar su mejor esfuerzo. ¡Y no sólo para los equipos locales! Para tener un punto de referencia, los Orioles fueron anfitriones de los White Sox durante una serie en 2015 cuando las protestas por la muerte repentina del joven Freddie Gray bajo custodia policial los obligó a posponer dos de los partidos y a jugar el tercero a puertas cerradas. El jardinero de los White Sox, Adam Eaton, le dijo al Baltimore Sun sobre la atmósfera, “…no había energía. No había gente. …No había música. …Era casi como algo peor que un partido interescuadras de entrenamiento de primavera.”

Parece que el atleta de hoy en día se ha transformado en una forma de vida que anhela reacciones instantáneas de las multitudes y no sólo sobrevive, sino que se alimenta de ella. Los vítores son, por supuesto, adictivos desde el primer hit. Los abucheos, quizás no tanto. La energía negativa sigue atrayendo a los jugadores, sin importar lo que te digan, incluso si han adaptado formas de desconectarse o, más perversamente, canalizando esa energía negativa en una especie de aliento para mejorar. No es saludable. Piensa en el alivio que sería para los atletas si ya no tuvieran que soportar la reacción instantánea de una multitud que los aporrea sin piedad. Lo hemos aceptado a lo largo de los siglos, ¿no?

A pesar de la energía de la multitud, meter miles de almas en un estadio durante unas horas es mucho trabajo, requiere millones de dólares, y no es tan agradable. Echamos de menos el béisbol, pero en absoluto echamos de menos a las multitudes del béisbol, las largas caminatas hasta su asiento, y las colas, las ridículas colas para todo, el viaje de ida y vuelta al estadio, y La Ola. Caramba, podemos terminar con La Ola. Vende la idea así y tendrás a todo el mundo de tu lado.

Sería un gran cambio, tal vez poco práctico, eliminar las multitudes que asfixian a las infraestructuras y conciliar el deseo de millones de personas que aún quieren asistir a los partidos en vivo. Sin mencionar los estadios de miles de millones de dólares con muchos asientos. Tendrías que derribarlos. Y entonces sólo los que tienen acceso y medios para intimar con asientos de béisbol serían la alta aristocracia de la sociedad o los famosos de YouTube. Pero si se eliminaran las gradas, de repente muchos estadios de béisbol tendrían un horizonte más majestuoso. El costo de los nuevos parques de pelota sería considerablemente más asequible. Eso significa una mayor accesibilidad al béisbol profesional en todo el continente.

Nuevamente, nos aventuramos en un territorio que las Grandes Ligas no se atreven a impedir: la expansión masiva de equipos profesionales. Tener 30 de ellos esencialmente concentra el poder en unos pocos y de otra manera ahoga el crecimiento más allá de eso, y ese ahogo es legal gracias a la demanda legal sobre antimonopolio de la MLB. Es un sistema que ha funcionado durante años (para ellos). Las ciudades más pequeñas tienen las ligas menores, que se encuentran en una encrucijada no sólo en términos de mano de obra a precio justo, sino en algunos casos, no existen en absoluto. Pedirle a la MLB que haga un cambio transformativo cuando están generando carretadas de dinero va a caer en oídos sordos. Pero pedirles que consideren una reestructuración cuando puede que no vuelvan a ver a sus multitudes de nuevo… tal vez te escuchen.

Podrías tener más de 30 equipos, y quizás 100, 200, quizás 300 equipos o más, cada uno con multitudes de tamaño razonable. (Ese sonido que escuchas son los editores del Anuario temblando al unísono, y los carteros llorando abiertamente al tener que entregarlos hasta tu casa.) Un gran número de los equipos pueden estar sub-equipados para ganar campeonatos tal como los conocemos, pero el propósito del deporte es promover al deporte, no a la postemporada. Piensa en el baloncesto universitario o en los sietes de rugby como una muestra: equipos en todas partes, con los más destacados reuniéndose los fines de semana largos para realizar torneos.

Todo apesta, y también le falta el deporte. Lo que no deberíamos hacer para intentar arreglarlo es encontrar la manera más rápida de volver a una temporada de 162 partidos con 30 equipos, en la que abundaban los problemas. Mientras estamos todos dispersos, este paréntesis debería ser la oportunidad imperfecta para soñar con los próximos 50 años del béisbol y mantenerlo positivamente extendido por todo el país con el resto de nosotros.

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