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Image credit: Geoff Burke-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Los entrenamientos de primavera, como cualquier experto en béisbol te dirá, son mayormente para los lanzadores. Ahora que los salarios son lo suficientemente altos y la información sobre nutrición y acondicionamiento ha avanzado lo suficiente, y que nadie tiene una excusa para presentarse a los entrenamientos de primavera con una llanta alrededor de la cintura, hay pocas razones para que la etapa de pretemporada del béisbol dure seis semanas, excepto que si no fuera así, los lanzadores no estarían listos para lanzar tanto como necesitan cuando la temporada misma comience.

Pero ahora, parece totalmente probable que la temporada tenga que comenzar después de algún período abreviado de aceleración, uno que podría no preparar completamente a los lanzadores (especialmente a los abridores) incluso para la temporada abreviada que luego jugarán. Las cuatro semanas o más de entrenamiento de primavera que tuvieron lugar serán canceladas, en efecto, por el tiempo de inactividad que todos tendrán antes de que se reanude, especialmente dadas las limitaciones de prácticamente todos los jugadores durante este interregno. Como resultado, para cualquier número de juegos, espera ver una de las tendencias más notables de las últimas temporadas de béisbol acelerarse en 2020. Si hay una temporada este año, probablemente será una temporada completa de “bullpenning”.

Esa declaración, por supuesto, no significa que no haya caballos de batalla en 2020, o que cada equipo abandone las estructuras tradicionales de la rotación inicial y el bullpen jerárquico. No sería raro ver a alguien como los Rays o los Twins hacer esto último, aprovechando al máximo su excepcional profundidad de lanzadores, distribuyendo la carga de trabajo tan uniformemente como sea posible entre cada lanzador inevitablemente obstaculizado, pero mayormente, la ampliación del “bullpenning” en 2020 será extraoficial, y se aplicará sólo cuando sea necesario. Algunos abridores que se han establecido lo suficiente como para tener grandes casas con espacios incorporados en los que lanzar podrían ser capaces de ponerse casi a punto para el Día de Apertura (cuando quiera que sea, si es que llega este año).

Sin embargo, la mayoría se enfrentará a algún tipo de obstáculo cuando vuelva a lanzar. O bien pasarán por un segundo período de “brazo muerto”, se enfrentarán a riesgos de lesiones más serias derivadas de una rápida aceleración, su velocidad se reducirá de forma inesperada, o descubrirán que la sensación de uno de sus lanzamientos secundarios no está a su nivel habitual. Esto podría afectar su resistencia general o simplemente su capacidad de permanencia, pero la cohorte de lanzadores que destacará esta pretemporada preparados para una carga de trabajo inicial completa (por muy ligera que sea esa carga, ya según los estándares históricos) va a ser bastante pequeña.

Hay claros ganadores y perdedores en este tipo de situaciones. Los equipos con excelente profundidad, como los Dodgers, Braves, Yankees, Padres, y los ya mencionados Rays y Twins, claramente se benefician. Pueden darse el lujo de no presionar a sus mejores lanzadores para lanzar cinco, seis o siete entradas antes de tiempo, y ver cómo sus brazos se afinan a medida que la corta temporada progresa. Pueden cubrir mejor una o dos (casi inevitables) lesiones que otros clubes. Los equipos que se basan especialmente en jóvenes lanzadores también tienen una pequeña ventaja, ya que ciertamente pueden preocuparse menos por los límites de los innings de esos lanzadores. Los White Sox son el caso más obvio, pero los Tigers son otro caso muy claro, y aunque la idea de que el cuerpo de lanzadores de Detroit sea relevante en 2020 podría haber sonado alguna vez tonta, ahora estamos ante una temporada que no es probable que dure lo suficiente como para eliminarlos inexorablemente de la competición. De una manera muy diferente, los Nationals y los Astros podrían obtener un beneficio muy similar, porque los lanzadores más importantes de cada equipo tienen tiempo extra para rebotar, y menos tiempo para desgastarse, después de sus largas temporadas en 2019.

La última clase de equipos que será bien atendida por este calendario tremendamente revuelto es el grupo que ya se enfrentaba a problemas de lesiones potencialmente devastadores, pero no de fin de temporada, ya que esos lanzadores probablemente estarán en plena salud o cerca de ella cuando la temporada empiece realmente. Los Indians no perderán tanto del trabajo de Mike Clevinger o Emmanuel Clase como pensaban si la temporada empezaba a tiempo, y eso es una ventaja crucial para ellos. Ambos lanzadores son vitales para sus esperanzas de jugar los playoffs. Los Yankees, de esta manera, son otro beneficiario aparente. Los Cardinals podrían obtener mucho más de Miles Mikolas de lo que pensaban, y Andrew Miller ha obtenido tiempo extra para recuperar la sensación de los lanzamientos que se desvanecieron tan inquietantemente a principios de la primavera.

Donde hay posibles ganadores (una palabra fea, dadas las circunstancias, pero si vamos a imaginar que se juega al béisbol este año, debemos aceptar y empezar a conceptualizar la fea yuxtaposición de tal lenguaje con el contexto más amplio de la vida en medio y después del coronavirus), también hay perdedores. Los Cubs, Reds, Phillies y Rangers han hecho grandes inversiones y dependen en gran medida de sus rotaciones iniciales. Ninguno de ellos tiene el tipo de profundidad que los amortigua contra los posibles problemas de poner a sus lanzadores a ritmo de competición, y cada uno de ellos tiene lanzadores que parecen especialmente vulnerables a este tipo de disrupción.

Los gerentes generales tendrán que ser agresivos, creativos y (especialmente) flexibles para poder manejar adecuadamente el personal de lanzamiento bajo estas imprevistas limitaciones. Los mánagers tendrán que consultar de cerca a sus coaches de picheo y de bullpen, incluso durante de los partidos, para monitorear cualquier señal de problemas, y armar planes estratégicos para obtener 27 outs cada vez que jueguen. Los propios lanzadores tendrán que ser abiertos y proactivos a la hora de hacer uso de las herramientas modernas que tienen a su disposición para la prevención de lesiones y la mejora del rendimiento, y eso hará que las voces dentro de las organizaciones que se hagan oír para mantener los límites éticos y aliviar las preocupaciones de los jugadores sobre lo mismo sean aún más valiosas de lo que ya lo eran.

Si se juega este año, será tremendamente extraño. Habrá oportunidades—en todas partes—de probar cosas nuevas, pero también riesgos en cada nueva aventura. Es un momento aterrador y profundamente incierto. A fin de cuentas, el béisbol no puede mitigar eso. Sin embargo, podría estimularnos e intrigarnos, y por lo tanto distraernos, un poco mejor que de costumbre, porque es muy probable que esté lleno de problemas novedosos y multifacéticos que necesitan solución.

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