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Image credit: Troy Taormina-USA TODAY Sports

Traducido por Marco Gámez

El miércoles, MLB publicó los resultados de su investigación sobre el esquema de robo de señas de los Boston Red Sox en 2018. Ken Rosenthal y Evan Drellich detallaron los hallazgos  y explicaron las penalidades impuestas en su artículo en The Athletic. La comparación natural para las sanciones contra Boston es el considerable castigo impuesto contra los Houston Astros por su escándalo de hacer una trampa similar, pero más atroz. Pero ¿qué empeora las fechorías de Houston? ¿Y por cuánto exactamente? Estas interrogantes no fueron respondidas, y apenas son mencionadas, en el informe del Comisionado.

Le corresponde al público desenredar el complejo nudo ético en el meollo del delito de robo de señas. El béisbol tiene su propia moralidad peculiar, pero al observar de cerca los detalles de los delitos de los Red Sox y los Astros se nota que varios factores importantes hacen que las fechorías de Boston sean menos graves que las de Houston. Y es instructivo analizar estos factores uno por uno porque ilustran algunas de las pautas no declaradas, pero claramente importantes, del Comisionado para determinar el castigo.

¿Con qué frecuencia hicieron trampa?

No importa el delito, uno de los parámetros críticos para determinar el castigo es la frecuencia con que se repite. Conducir a exceso de velocidad una vez es perdonable, pero algunas veces es suficiente para revocar o suspender tu licencia (en algunos estados).

Y lo mismo ocurre con las trampas. El robo de señas ocasionales es una práctica aceptada por MLB. Se instruye a los jugadores para que se preparen y cómo advertir inmediatamente cuando se haya cometido. Uno de los factores que hace que la asistencia tecnológica sea más peligrosa y prohibida es que permite que un equipo inteligente robe no solo desde el momento mismo de descifrar el código, sino quizás en cualquier momento en que haya una cámara disponible enfocando la entrepierna del receptor.

Por cualquier medida razonable en este parámetro, a los Astros les cabe mucho peor castigo. Como mínimo, su operación de robo de señas estuvo vigente en una fracción sustancial de sus juegos en casa, mientras que los Red Sox solo podían cometer el robo de señas cuando un corredor estaba en segunda base. (Como señala el comisionado de MLB, Rob Manfred, en el informe, eso constituyó el 19.7% de las apariciones al plato de Boston en 2018). Incluso dejando de lado las preocupaciones de que los Astros tenían otro sistema para robar señas en los juegos como visitantes, extendieron el uso de su esquema a la postemporada de 2017 y a 2018.

Por otro lado, hay algunos delitos donde las infracciones repetidas hacen poco para alargar la pena. Cien asesinatos apenas representan una sentencia más dura que cincuenta, por ejemplo. El comisionado parece sugerir que el robo de señas no es ese tipo de delito, que sí importa cuánto y con qué frecuencia operaron los descifradores de códigos, no solo que cruzaron una línea sagrada

¿Quién diseñó e implementó el esquema? (Jugadores, la oficina principal, el personal técnico, otros)

Debido a que las organizaciones MLB son grandes, complejas y están compuestas por muchos tipos diferentes de empleados, Manfred intentó determinar en ambos casos quién dentro de cada equipo era responsable de inventar y ejecutar los esquemas de incumplimiento de reglas. Sí importa qué tipo de empleado hizo el engaño: Manfred otorgó inmunidad a los jugadores, mientras que imponía una sanción severa al personal técnico y a los miembros de la oficina principal. (También se negó a castigar, por razones que no tengo claras, a los miembros de nivel inferior adscritos a la oficina principal de los Astros, quienes fueron responsables de ayudar a los jugadores a romper las reglas)

¿Por qué debería ser peor para la alta gerencia haber sido los perpetradores? Desde una perspectiva estrictamente legalista, Manfred pone mucho énfasis en un memorando que envió a las oficinas advirtiendo que no roben señas electrónicamente. Moralmente, la existencia de un memo que aclara las reglas que ya estaban en el reglamento no parece haber tenido la importancia que Manfred pensó que sí.

Pero hay razones más prácticas por las cuales los jugadores que rompen las reglas deben ser tratados de manera diferente que los ejecutivos que rompen las reglas. Primero, ya es parte del trabajo de un jugador robar señas al alcanzar segunda base (aunque no utilizando medios electrónicos). En segundo lugar, los ejecutivos (y hasta cierto punto, el personal técnico) tienen acceso a departamentos llenos de personas brillantes que analizan datos, utilizando todo, desde video en tiempo real hasta mediciones detalladas de radar. Esos datos, y la experiencia para analizarlos y descifrar rápidamente las señas usando tecnología, los hacen más peligrosos para la integridad del juego que los propios jugadores. (No implica que los jugadores sean demasiado tontos para usar la tecnología para robar señas; obviamente, eso no es cierto).

Si bien ambas investigaciones de la MLB parecen fortuitas, limitadas y diseñadas para no exponer el alcance completo de los esquemas de sus respectivos equipos, parece cierto que los Astros fueron el peor delincuente aquí. En el caso de los Astros, tenemos la confirmación de que el Mánager (A.J. Hinch), los jugadores, los miembros de la oficina de nivel inferior y, posiblemente, los miembros de la oficina de nivel superior (Jeff Luhnow) estaban al tanto o deberían haber estado al tanto del robo de señas.

Toda la culpa en el informe de los Red Sox recae, por el contrario, en un analista de video, J.T. Watkins. Watkins carecía de los conocimientos técnicos del personal analítico superior. Aparentemente, después del incidente del Apple Watch, no pensó en comunicar que había descifrado los códigos desde la sala de reproducción en tiempo real, aunque sí (según el informe de Manfred) dio a los jugadores consejos dentro de la acción de juego. Los investigadores de Manfred concluyeron que Watkins actuó solo, con una participación mínima de los jugadores, lo que hace que el escándalo de los Red Sox sea mucho más leve que la podredumbre organizacional generalizada en la oficina principal de los Astros.

Potenciales Eficacia / Impacto

Este criterio es más controversial. Según la evidencia disponible sobre el esquema de los Astros, el impacto neto total de sus trampas fue… ninguno. No obtuvieron ninguna ventaja al robar señas (al menos según mi investigación, así como algunas otras investigaciones ).                Pero sí rompieron las reglas y, por lo tanto, debían ser castigados.

Pero hay algo en el esquema de Houston que es mucho más peligroso y digno de castigo que el de Boston. La inexactitud de los golpes a los botes de basura de los Astros les impidió obtener aproximadamente el valor de victorias que proporciona un jugador All-Star  (~5) por hacer sus trampas, valor que sí hubieran obtenido de haber golpeado el cesto de basura con perfecta precisión. En contraparte, la revisión de reproducción relativamente rudimentaria de Watkins nunca habría sido capaz de proporcionar casi tanto beneficio. Incluso si Watkins hubiera aconsejado a los jugadores sobre el código correcto cada vez que el oponente cambiaba de señas, eso equivaldría a solo un puñado de apariciones al plato una vez cada cierto tiempo. El esquema de los Red Sox simplemente no podía ser muy efectivo sin transmitir el lanzamiento entrante al bateador con más frecuencia, un factor significativo que Manfred menciona repetidamente en su informe.

Las ventajas injustas que las alineaciones de cada equipo pueden haber obtenido del robo de señas son secundarias a las formas potencialmente decisivas y tecnológicamente asistidas como decidieron romper las reglas. Pero cada esquema tenía límites naturales sobre la frecuencia y el impacto que podía tener la trampa. La ruptura de las reglas de Boston era poco probable que decidiera muchos juegos, sin importar qué tan bien lo implementaran; Houston podría haber distorsionado severamente el resultado de la temporada (y puede haber impactado también la postemporada de 2017).


El balance de los factores muestra claramente por qué Manfred castigó a los Astros mucho más severamente. Su esquema se usó con más frecuencia, se implementó con el personal técnico y la ayuda de la oficina principal, y tenía el potencial de proporcionar una ventaja decisiva (aunque en realidad no parece haberles ayudado en absoluto).

Si esas características explican la magnitud de la diferencia en las sanciones es otra cuestión completamente distinta. Manfred aplicó la multa máxima permitida a los Astros, les quitó importantes selecciones en el draft y, en la práctica, terminó con la carrera de su Gerente General. Su penalización contra los Red Sox parece minúscula en comparación con respecto a aquella.

En vista de que las temporadas terminaron con campeonatos ganados para cada equipo, es difícil ver cualquiera de los paquetes de sanciones como un elemento disuasorio efectivo. El memorándum que envió Manfred en 2017 prometía sanciones significativas por nuevas violaciones de robo de señas, pero cuando su investigación descubrió que el mismo empleado (Watkins) utilizó la misma técnica (reproducción de video) para robar señas para el mismo equipo (Boston) en la siguiente temporada, su nueva penalización severa se convirtió en perder una selección de segunda ronda y un año de suspensión contra el empleado.

Ambos equipos podrán conservar los campeonatos y la gloria que le acompaña. ¿Serán suficientes los castigos relativamente leves para disuadir a un equipo o grupo de jugadores emprendedores en el futuro? ¿O encontrarán una manera de eludir las reglas lo suficiente, y los factores que Manfred parece considerar más importantes, para desarrollar otro esquema de robo de señas que sea efectivo y mínimamente punible? Las sanciones de Manfred hacia ambos equipos indican que, si la gerencia de un equipo se cubre lo suficientemente bien con un pedazo de papel que desalienta las trampas, entonces el robo de señas por parte de jugadores y empleados de la oficina de nivel inferior, siempre que no sean demasiado frecuentes, es perdonable. Eso crea una aparente laguna para que, en el futuro, los equipos la exploten; solo el tiempo dirá si otro equipo se aprovechará.

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