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Image credit: Gregory Fisher-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Bueno pues, nada como una pandemia global para poner en perspectiva unas trampillas.

El castigo de la MLB a los Red Sox fue oficialmente anunciado el miércoles pasado: según Ken Rosenthal y Evan Drellich de The Athletic, la única nueva sanción impuesta a la organización es la pérdida de una selección de segunda ronda en el (truncado) draft de 2020. El operador de repetición en video, J.T. Watkins, a quien el informe culpa en gran medida del desarrollo y ejecución del plan de trampas de 2018, ha sido excluido hasta la postemporada de 2020 y de ocupar su puesto en 2021. Por último, el ya despedido Alex Cora también está vetado hasta la postemporada de este año, aunque ese castigo es específicamente por su conducta como coach de banquillo de los Astros. En cuanto a la información sobre los contornos de la investigación, no hay casi nada nuevo. La conclusión más obvia, más allá del desequilibrio de una comparación entre los Astros del 17 y los Red Sox del 18, es que la Liga ahora pretende dejar atrás las noticias de trampas que dominaron la temporada invernal original. El hecho de que probablemente se salgan con la suya es incidental; simplemente todos tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos ahora.

Retrocedamos. Recordarás que la Liga no se hizo de ningún amiguete con su manejo de las artimañas de los Astros. La respuesta de la MLB a las historias de trampas que zumbaron todo el invierno fue necesariamente compleja dados los dos tirones divergentes de su investigación: es a la vez una colección de negocios (en su mayoría privados) y un Goliat de entretenimiento público. El monopolio legal de la Liga afianza aún más ambos polos, al tiempo que crea en el público una expectativa de responsabilidad. A la Liga se le presentaron esencialmente dos opciones: responder a las trampas de manera satisfactoria para sus aficionados, o satisfactoria para sus accionistas (en sentido figurado pero literal). Menos sorprendente que su elección fue la subsiguiente represalia pública prometida tanto por los aficionados como por los jugadores, y vista por momentos en los pedacitos de béisbol que vimos durante marzo. Independientemente de un informe que pretenda una leve exoneración para la organización y muchos de sus empleados, si esto hubiera ocurrido hace 40 días, es dudoso que el efecto de los Red Sox fuera el de un árbol que cae en el bosque.

Si has estado en ascuas el último mes y cachito, esperando que el rápido martillo de la justicia caiga sobre los Red Sox, envidio tus poderes de categorización. Aún así, cuando había partidos de entrenamiento de primavera que ver, la investigación abierta pesaba sobre la Liga, y le correspondía hilar las historias de las trampas tan bien como pudiera. Dado que la cuarentena no fue un impedimento para los poderes de investigación de Rob Manfred, este es un impedimento para el béisbol real y sin distracciones que la Liga podría abordar en la actualidad. El hecho de que ya nadie tenga la energía para hablar de trampas es, presumiblemente, sólo una ventaja.

La Liga indicó que las trampas eran “episódicas y aisladas para Watkins y un número limitado de jugadores de los Red Sox únicamente”, “eran mucho más limitadas en su alcance y naturaleza” que el “esquema de golpeo [a los botes de basura]”, y se limitaron “sólo a la temporada regular de 2018”. Se dice que el personal de la gerencia y los entrenadores del equipo han comunicado a los jugadores edictos de la Liga contra el robo electrónico de señales, y por lo tanto su pérdida de una selección puede ser considerada más como un comentario sobre la responsabilidad del club por todos sus empleados que sobre la culpabilidad de los superiores. Eso parecería estar en contradicción directa con las afirmaciones de la “mayoría” de los jugadores de que “no sabían” que las acciones de Watkins iban en contra de las reglas de la Liga, pero… mira, no sé, supongo que a veces estas cosas no son culpa de nadie. Excepto el operador de repetición en video.

Si te sorprende que la Liga haya tardado más de 100 días en dar casi nada de información nueva en un informe que, a pesar de ello tiene 15 páginas, no entiendes a Rob Manfred. Tal vez la destilación más breve que puedo ofrecer es que unos dos tercios del informe se dedican a establecer precedentes, por si acaso este tipo de cosas volvieran a suceder. Uno podría imaginar que alguien claramente tan ocupado con la emocionante burocracia del sistema judicial hubiera trabajado para implementar un programa de educación más completo entre los jugadores, pero tampoco es que los tribunales sean muy buenos en eso. Por ahora, tenemos la promesa de que todos se esforzaron bastante para que esto no sucediera y, aunque sucedió, no fue realmente culpa de nadie. Si vuelve a pasar, venga, puedes estar seguro de que Manfred la dejará caer esa vez. Por eso tiene su precedente.

Es difícil evitar la burla y al mismo tiempo ilustrar lo superficial que es este informe, a pesar de sus 65 testigos. Probar una negativa es imposible, y no es sorprendente que la Liga se esfuerce en limpiar los nombres de los bienes que se sienten inocentes de una mala conducta significativa. Pero al igual que con los Astros, la Liga que comenzó desde un lugar de “acordar no disciplinar a los jugadores” que participaron en la trampa de los Red Sox, en la práctica la dejó desdentada desde el principio.

Ciertamente, parece cierto que los bateadores de los Red Sox hicieron trampa de una manera mucho menos completa y evidente que los Astros, aunque es difícil aceptar el candor de Cora al pedir perdón, desde ser la mente maestra en Houston hasta ser inocente seguidor de las reglas en Boston. No está claro que eso sea importante para la narrativa final. Boston hizo trampa, y nadie conocido será castigado. Aunque aceptemos la afirmación de que los Red Sox no hicieron trampa en la postemporada, el legado del club de 2018 está manchado. Este fue un equipo que, después de ganar 108 partidos en la temporada regular y perder sólo tres (contra algunos de los mejores equipos de todos los tiempos) en su camino al cetro, fue colocado justificadamente entre el panteón de los equipos de una sola temporada. Eso ya no existe porque, como admite el informe de la Liga, es imposible saber el alcance de la malevolencia de Boston. Es posible, incluso probable, que esa eventualidad se planteara de una manera u otra. Pero al elegir en cada oportunidad el camino que parecía atraer el menor reproche, la Liga perdió en el camino la credibilidad pública de la suficiencia de su respuesta.

Habría sido más sencillo ilustrar los fallos de la MLB en este frente si la temporada de 2020 hubiera transcurrido según lo previsto: tras casi un mes, seguramente seguiríamos oyendo hablar de las señales en las gradas, de quiénes están teniendo un arranque malo influenciado por los abucheos, y de si los bateadores de los Astros o de los Red Sox estaban siendo amenazados más de lo habitual. Es más difícil enojarse cuando no hay nada por lo que enojarse, y ni siquiera un calendario para planear la ira futura.

Si tenemos una temporada 2020, esta será irrevocablemente diferente a la que soñamos en febrero. Probablemente, los aficionados estarán tan encantados de tener el deporte, tan afectados por la cuarentena, que cuando el béisbol regrese muchas de sus tensiones anteriores parecerán nimiedades. Por esta razón, el fervor del robo de señales que superó a la Liga podría muy bien ponerse a descansar a la segunda temporada invernal—la respuesta de la MLB habría sido totalmente incidental a tal resultado.

Lo ideal es tener una especie de confianza ganada en las diversas organizaciones a las que se debe una vida moderna. Una liga deportiva, quienquiera que haya fabricado el aparato en el que lees esto, tu compañía de gas—tienen más control sobre la vida de sus consumidores de lo que cualquiera de las partes podría admitir, y los usuarios carecen de una influencia significativa. La respuesta de las Grandes Ligas a las acusaciones de hacer trampas—manchando dos de sus últimos tres campeonatos—enfureció a los aficionados y reafirmó su falta de control. Probablemente, la Liga estará aislada de sentir muchos de los efectos de la indignación que sembró debido a las circunstancias sin precedentes actuales. Sin embargo, eso es algo muy diferente a que esto sea un asunto resuelto.

Cuando regrese el béisbol, la gente tendrá mejores cosas que hacer que estar enojada con el béisbol. La Liga es consciente de ello, y la publicación del informe sobre el robo de señales de los Red Sox indica otra apertura hacia el regreso del béisbol, lo más normal posible. La suposición, al parecer, es que el regreso no incluirá a las personas enojadas con el béisbol y que las personas regresarán, no enojadas, en lugar de no regresar, enojadas.

La Liga parece convencida de que el escándalo de los Red Sox por robo de señales se entiende mejor como una nota a pie de página de la trama más amplia de los Astros. Que la evidencia proporcionada parece respaldar eso parece ser secundaria para mi seguridad de que los escándalos no serán recordados de esa manera. Antes de discrepar, considera que los castigos de los dos equipos son en gran medida similares: suspensión y sustitución de los directivos, entrevistas y promesa de inmunidad a los jugadores, pérdida de la selección del draft y reafirmación de las reglas prometidas. Puede que los Red Sox no tengan muchos defensores a lo idiota, pero si vas a Twitter, son villanos al nivel de los Astros (nota: no vayas a Twitter). En este momento, no está claro que ningún tipo de informe del comisionado, si lo hubiera, hubiera cambiado esta percepción. Pero el tibio comunicado que obtuvimos sugiere que la Liga espera evitar la publicidad y finalmente cerrar este capítulo. Por el momento, ciertamente, Manfred se saldrá con la suya. Pero la MLB regresará, y no está claro en qué mentalidad estarán los aficionados en ese momento. Las cosas no siempre se desvanecen. A veces se ulceran.

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