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Image credit: Jeff Curry-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

El 12 de marzo, el Béisbol de las Grandes Ligas tomó la decisión de retrasar el inicio de su temporada por lo menos dos semanas en respuesta a la creciente pandemia de COVID-19. Desde entonces, ese retraso ha aumentado a por lo menos ocho semanas de acuerdo con la guía de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EE.UU. (CDC en inglés). Incluso una vez que sea seguro jugar al béisbol, los equipos necesitarán tiempo para aumentar su ritmo, dada la interrupción en la preparación física de los jugadores para la temporada.

Sin rodeos: esto apesta. Es un fastidio imaginar una primavera sin béisbol, y mucho menos una temporada completamente perdida. Mientras continuamos evaluando y reevaluando una situación siempre cambiante, hay innumerables preguntas que el béisbol debe responder. ¿Cómo se manejará el tiempo de servicio? ¿Cómo se asignarán los bonos e incentivos para los jugadores? ¿Qué sucederá con los jugadores de las ligas menores, ya mal pagados, que viven de cheque a cheque? ¿Qué pasará con el personal de los estadios? Si el béisbol comienza, ¿cómo será el calendario? ¿Las plantillas? ¿La postemporada?

Más importante que cualquiera de esas cuestiones, más importante que el béisbol, es la necesidad de llevar a cabo intervenciones de salud pública para proteger a la población de esta creciente pandemia. La situación ha cambiado drásticamente desde que Stephanie Springer escribió en las primeras etapas de la llegada de COVID-19 a los Estados Unidos; el país está experimentando una propagación comunitaria. Los estados han ordenado que los casinos, gimnasios, bares, restaurantes y otros establecimientos públicos cierren temporalmente sus puertas. Las escuelas públicas, bibliotecas y colegios y universidades también están cerradas, y las empresas y organizaciones han dado instrucciones a sus empleados para que trabajen desde sus casas.

Es probable que hayas escuchado el término “distanciamiento social” en las noticias, en las redes sociales y entre tu familia, los amigos y los colegas, en lo que se refiere a estas medidas. Conceptualmente, es fácil de entender: limita tu contacto con los demás y evita reunirte en grandes grupos para contener la propagación del virus. Pero los humanos son, por su naturaleza, criaturas sociales, y para muchas personas lo que es difícil de conceptualizar es exactamente por qué son necesarias medidas aparentemente drásticas cuando el número de casos es todavía pequeño en relación con la población total del país. Algunos han llegado a llamarlo una reacción exagerada.

Pero no es una reacción exagerada. También es probable que hayas escuchado el término “aplanar la curva” con frecuencia últimamente; aquí es donde entra en juego esa idea. ¿A qué se refieren exactamente los expertos en salud pública cuando dicen que debemos “aplanar la curva”?

Según los epidemiólogos, es posible que entre el 20 y el 60% de la población adulta de todo el mundo se infecte, consciente o inconscientemente, con el coronavirus durante el curso de esta pandemia. Es ciertamente una cifra aterradora. Los brotes como este siguen curvas de crecimiento exponencial. En el caso del SARS-CoV-2, se estima que el valor R0 es de aproximadamente 2.2, lo que significa que cada persona infectada infecta a otras 2.2 personas, en promedio. “Si el número de casos continuara duplicándose cada tres días, habría alrededor de cien millones de casos en los Estados Unidos para mayo”, según un artículo reciente del Washington Post. En el mismo artículo se hacían simulaciones, que representaban visualmente la propagación de una enfermedad teórica y cómo se alteraría su curso por diversas intervenciones, incluida la cuarentena forzosa y diversos grados de distanciamiento social.

No tenemos el poder de detener la propagación de COVID-19, pero tenemos el poder de cambiar la forma de su curva. El distanciamiento social no se trata sólo de reducir el número de casos. Se trata de reducir la velocidad del brote. Practicando el distanciamiento social tan rápida y ubicuamente como sea posible, puede que no reduzcamos el número total de casos, pero podemos disminuir el ritmo de la pandemia. Si la curva de crecimiento se deja sin control, los hospitales tienen que atender a demasiados pacientes a la vez y el número de nuevos casos sobrepasa el número de camas de las unidades de terapia intensiva y los ventiladores disponibles. Ya hemos visto esto en lugares como Italia, que está sufriendo las consecuencias de no actuar de forma preventiva. Ya hay rumores en los Estados Unidos de que los recursos son “una fracción de la capacidad que se necesitará“.

En las situaciones en que el sistema de salud no puede seguir el ritmo, se eleva el número de muertes, una lección aprendida de las pandemias pasadas. Lo que es más preocupante aún, los Estados Unidos ni siquiera pueden evaluar adecuadamente la situación debido al retraso en las pruebas en comparación con países como Corea del Sur, que tuvieron más éxito en la contención del brote. Los científicos estiman ahora que por cada caso confirmado de COVID-19, es probable que haya de cinco a 10 personas más en la comunidad que estén infectadas sin saberlo. Por eso el distanciamiento social no es sólo para los ancianos y vulnerables. Las personas jóvenes y sanas pueden ser portadoras sin saberlo del virus y transmitirlo a otros. Las investigaciones han demostrado que actuar con rapidez a escala colectiva para evitar agotar los recursos hospitalarios puede reducir el número de muertes por un factor de 10. El mensaje es claro: el distanciamiento social sólo funciona si lo hacemos pronto y de forma extensiva, cuando las cosas no parecen tan malas todavía, para cortar de raíz este virus antes de que despegue realmente el crecimiento exponencial.

Aunque aceptemos todo esto, la pregunta sigue siendo: ¿Cuánto tiempo exactamente tendremos que vivir así? ¿Cuánto tiempo estaremos sin béisbol? Nadie lo sabe con certeza, pero por ahora, las previsiones van desde un Día de Apertura en Memorial Day (último lunes de mayo) en el escenario más optimista hasta no tener nada de béisbol en 2020 en un escenario pesimista. Un alto funcionario de un club le dijo a Bob Klapisch que “un entrenamiento de primavera abreviado a finales de mayo, seguido de un Día de Apertura a principios de junio” es una posibilidad.

Antes de 1961, la temporada normal era de 154 partidos, y los paros laborales de 1995, 1994 y 1981 redujeron esas temporadas a 144 partidos, 112-117 partidos y 103-111 partidos, respectivamente. En 1995, el análogo más cercano a la línea de tiempo de esta primavera, los equipos reconvocados jugaron un segundo entrenamiento de primavera de dos semanas de duración y la MLB permitió que plantillas de 28 jugadores comenzaran el año. Sin embargo, cuanto más tiempo dure el paro, más largo debe ser el segundo período de arranque. La Liga está motivada para jugar tantos partidos como pueda, y los ejecutivos están dispuestos a considerar jugar la temporada regular hasta finales del otoño y principios del invierno, pero está claro que la elección podría estar fuera de las manos de la Liga.

“Vas a estar potencialmente en lugares de clima cálido o en situaciones de domo”, le dijo el mánager de los Yankees Aaron Boone a Marly Rivera de ESPN. Estamos potencialmente en esto a largo plazo. Incluso si el béisbol regresa en 2020, será muy diferente. “Creo que esta idea… de que si cierras las escuelas y los restaurantes por un par de semanas, resuelves el problema y vuelves a la vida normal, eso no es lo que va a pasar”, dijo Adam Kucharski, un epidemiólogo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, a Vox. “El principal mensaje que no está llegando a mucha gente es cuánto tiempo podríamos estar en esto”.

Un nuevo informe del Equipo de Respuesta COVID-19 del Colegio Imperial de Londres dice que la supresión de esta pandemia requiere que se mantenga el distanciamiento social “hasta que una vacuna esté disponible (potencialmente 18 meses o más)”. Esto ciertamente parece sombrío para el béisbol en el 2020, al menos para el béisbol tal como lo conocemos. La razón de esto son los innumerables individuos no examinados que andan pululando, infectados sin saberlo. Si implementamos un distanciamiento social extremo por un par de semanas y luego simplemente levantamos todas las restricciones y dejamos que la gente se reúna en grandes grupos de nuevo, podría haber otro brote. Incluso si somos capaces de frenar su propagación, el virus se mantendrá en la población hasta durante dos años. No necesitaremos permanecer en un encierro completo durante 18 meses, pero necesitaremos tomar las cosas con calma incluso después de que el número de nuevos casos comience a disminuir.

“Una vez que las cosas mejoren, tendremos que adoptar un enfoque gradual para dejar de aplicar estas medidas y ver cómo vamos para evitar que las cosas vuelvan a empeorar”, dijo Krutika Kuppalli del Centro para la Seguridad de la Salud de la Universidad Johns Hopkins a Vox. En el caso del béisbol, esto puede significar que se jueguen partidos sin aficionados durante un tiempo, incluso después de que vuelva la temporada, una posibilidad para la que la MLB y los aficionados tienen que estar preparados.

Mientras tanto, ¿qué debemos hacer cuando nos han arrebatado nuestra predilección de escapismo, posiblemente cuando más la necesitamos? A todos nos gusta una buena borrachera de Netflix, pero si los lectores de este artículo son como yo, y sospecho que lo son o no estarían aquí, es un pobre sustituto de la cadencia de una temporada de 162 partidos.

Esto no es totalmente inédito, aunque la causa exacta del retraso de la temporada es novedosa. El béisbol se ha visto obligado a pulsar el botón de pausa antes por paros laborales y por otras emergencias nacionales. Pero cada vez que en el siglo pasado el mundo parecía detenerse en su eje, el béisbol ayudó hacer la pantomima de normalidad. El deporte gozó de una popularidad récord después de la Segunda Guerra Mundial. Salimos de la oscuridad y parpadeamos nuevamente ante el cuadrangular de Mike Piazza el 21 de septiembre de 2001. El dolor de una ciudad en crisis resonó en los asientos de un estadio vacío el 29 de abril de 2015. Tiempos como estos nos recuerdan que los deportes son un reflejo de la vida.

El distanciamiento social no significa que estemos solos, aunque estemos aislados físicamente. De hecho, la unión y la comunidad son más importantes que nunca. Las ligas menores se están ayudando mutuamente a recaudar dinero para superar esto. Los equipos han prometido $30 millones de dólares para los empleados de los estadios. Nuestras comunidades en-línea estarán aquí, escribiendo sobre béisbol, hablando de béisbol y tuiteando sobre béisbol, manteniendo el asiento caliente hasta que vuelva nuestro pasatiempo.

Allison McCague tiene un doctorado en genética humana de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. Actualmente es becaria Eagleton de ciencias y política de la Universidad de Rutgers en el Ministerio de Salud del Estado de Nueva Jersey.

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