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Image credit: Mandatory Credit: Joe Camporeale-USA TODAY Sports

Traducido por Carlos Pérez

Los Seattle Metropolitans, con dos victorias y una derrota en una serie mejor de cinco, llevaban una ventaja de 3-0 en el último período. La serie de campeonato de 1919 fue considerada la más brutal y despiadada de la historia de la Asociación Nacional de Hockey, ahora rebautizada como NHL. El Cuarto Partido fue abandonado después de dos prórrogas sin goles, con ambos equipos sin jugadores activos suficientes y con jugadores cansados que colapsaban sobre el hielo. En el Quinto Partido, los Montreal Canadiens protagonizaron una remontada furiosa en el último período, anotando tres goles en el tiempo reglamentario y el gol de la victoria en la prórroga. El último fue revelador: el equipo de Seattle solo tenía un suplente disponible, y cuando llamaron a Frank Foyston para que entrara, estaba físicamente indispuesto para entrar. Los Metropolitans fueron forzados a jugar con un hombre menos hasta el final.

Con las series empatadas 2-2-1, el último juego fue programado para la noche siguiente. Nunca llegó. Muchos miembros de los visitantes Canadiens fueron hospitalizados, y a falta de un equipo titular, no pudieron competir. El equipo solicitó sustitutos del equipo local de Victoria, pero Seattle se negó, y también rechazó un aplazamiento. Frank Patrick, el presidente de la NHL, declaró un empate, y la Copa fue enviada de nuevo a Toronto, el ganador del año pasado. Cuatro días después, el defensor estrella de Montreal, Joe Hall, murió en un hospital de Seattle, uno de los 50 millones de muertos de la epidemia de gripe de 1918.

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Por primera vez en casi dos décadas, América no tiene deportes profesionales. Major League Baseball, la NBA, y la NHL han suspendido sus temporadas; los Torneos de la NCAA han sido cancelados, y la XFL podría dejar de existir. El paralelo es lejos de ser perfecto, el 11 de septiembre de 2001, la nación eligió parar para tener tiempo de pausa y reflexión; con el COVID-19, somos obligados a parar, y dado el estado del mundo, muchos probablemente no quieran reflexionar. El virus tampoco se compara a la epidemia de 1918, para aquellos que ya vayan a la sección de comentarios. Entonces no estábamos preparados, no teníamos los recursos o el conocimiento, y el virus atacaba aparentemente a gente joven. Esta vez… seguimos sin estar preparados, pero las víctimas están a un paso: padres, amigos enfermos, alguien muriendo fuera de la actualidad, olvidado por la historia.

Es bueno que no haya béisbol. No debería haber béisbol. Toda la cultura, la excitación y el dinero que genera no puede compararse con la pérdida de seres queridos, la perforación de comunidades. Pero es doloroso cada vez que lo perdemos, por la razón que sea. Cada huelga y lockout, cada guerra, cada suspensión se siente como un borrón en el registro del juego, un asterisco. Se siente asimétrico cuando la temporada baja de esos 162 perfectos partidos. El béisbol es nuestro metrónomo, sirve como nuestro festival de primavera post-agricultural. No porque es inherentemente virtuoso, sino porque lo hicimos de esa manera.

Lo que hace esta situación tan difícil es la insensibilidad, la poca importancia de su causa. A menudo, cuando el mundo entra en la burbuja ficticia que es el deporte, es con una razón importante: algo más importante sucede, algo a lo que deberíamos, probablemente, prestar atención. Es la vieja disonancia cognitiva del béisbol, invertir energía en esta búsqueda inútil cuando hay gente que acoger y alimentar. Esta vez no hay actores, no hay villanos, no hay sistemas económicos, no hay meta juego: solo una fórmula matemática sin mente, partículas en el aire y probabilidades.

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Este fin de semana necesito crear un plan de estudios para mi hija. Tiene seis años, y acaba de completar su último día de escuela hasta el final de abril. Su hermano tiene cuatro años, y la guardería local dice que está creando un programa online para todos los estudiantes, pero dado que todo el valor educativo de la guardería es que te quiten un juguete y buscar palabras para tratar ese asunto, tendremos que dejar eso al margen. La gran preocupación es la hija. Es una extrovertida infatigable. La distancia prudencial va a ser una pesadilla para ella.

Esto va a ser difícil para todos nosotros. El mundo avanza en eras de tres horas estos días, pero cuando supe que iba a trabajar desde casa, realmente contaba que el béisbol estaría ahí conmigo, cantando sus canciones familiares en mi oficina vacía.

También quería eso para ella. No para ella, en el sentido tradicional. A ella no le importa el béisbol; no tiene el romance o la aventura necesaria para que a ella le parezca atractivo el drama competitivo. Es más valioso para mí como escenario, como trasfondo cómodo y poco amenazante para su pequeña vida. Incluso antes de su último día de escuela, sus amigos dejaron de aparecer; entiende que hay un virus, pero no sabe todavía qué significa. La muerte es todavía algo que solo le pasa a las mascotas. Pero es una chica lista. Está descubriendo que algo está mal, algo más allá de la periferia color pastel de su mundo infantil:

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El tono de esas crónicas antiguas de hockey se siente completamente ajeno al deporte moderno. Era una época en la que la importancia de la habilidad atlética era menor a la resistencia. Como los combates de boxeo sin fin de aquel entonces, las cosas no eran sobre qué tan fuerte un hombre podía golpear sino qué tan fuerte podía ser golpeado, quién podía ser golpeado, quién podía seguir jugando, soportando el dolor. Entiendo el atractivo de eso, especialmente en las tardes de septiembre cuando los relevos juegan uno detrás de otro como una línea de conga. Extraño los juegos completos, el cansancio de un lanzador veterano intentando culminar ese juego sin hit ni carrera.

Pero a la vez, especialmente ahora, se siente bien que hayamos pasado página, que no demandemos que hombres jueguen a pesar del dolor o, que en un día como hoy, arriesguen su salud. Todos jugamos con mucho dolor ya. Cuando llegue el momento, escucharé alegremente algo de béisbol en la radio, esa exhibición estilizada de superhombres atléticos, todos rindiendo al máximo de sus habilidades imposibles. Dejaré que cada noche comience de la misma manera que comenzó, un resultado final, y entonces todo el mundo volverá a los vestuarios o a los coches, sin preocupaciones, sin daños. Quiero algo en nuestras vidas que sea idílico. Incluso esperaría por ello.

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