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Image credit: USA Today Sports

Traducido por Marco Gámez

Lo que salió bien

Los Marlins no entraron en 2019 con ninguna esperanza de competir. En una división excepcionalmente profunda y competitiva, se destacaron por ser muy diferentes al resto. Miami nunca tuvo la intención de utilizar la tabla de posiciones para definir el éxito o el fracaso este año, y a pesar de su récord negativo, hubo muchas historias positivas. El club les pidió a sus fanáticos que juzgaran su campaña en base a una cosecha de jóvenes lanzadores de quienes estaban muy entusiasmados, y esos lanzadores han cumplido casi universalmente con sus expectativas, y algo más.

La verdadera explosión de Caleb Smith se produjo en 2018, pero esta temporada consolidó su condición de ser el candidato para estar al frente de la rotación cuando los Marlins vuelvan a llamar a la puerta de la postemporada. Se perdió un mes a mediados de año y ha estado un poco por debajo desde su regreso, pero en total, ha continuado demostrando que posee tres tipos de lanzamientos superiores a la media. El descenso en la segunda mitad de Sandy Alcántara ha sido similar al de Smith, pero formó parte del equipo Todos Estrellas, surgió como un líder joven respetado para un equipo que necesitaba ese tipo de presencia y tiene algunas de las mejores virtudes naturales en la organización. Pablo López tuvo una temporada aún más estropeada por lesiones que la de Smith, pero ha sido incluso mejor que Smith cuando estuvo en el montículo, consolidando las mejoras que insinuó en 2018.

Luego, están los muchachos que sirvieron como relleno cuando los Marlins intercambiaron a Marcell Ozuna y Christian Yelich durante el invierno de 2017-18.  Jordan Yamamoto, la tercera o cuarta pieza en el acuerdo de Yelich, dividió su temporada entre Doble-A Jacksonville y Miami, desenvolviéndose admirablemente en ambas paradas. Parece un elemento fijo en la rotación del próximo año. Zac Gallen, un elemento poco conocido del cambio por Ozuna que también trajo a Alcántara, tuvo una carrera tan extraordinaria en la ridículamente amigable Liga de la Costa del Pacífico que forzó su camino a Miami para siete aperturas, y luego trajo de regreso al prospecto de campo corto y buen bateador Jazz Chisholm en una sorprendente transacción de fecha límite con los Diamondbacks. Si Gallen no hubiera estallado de manera tan impresionante, nunca hubiesen recuperado a Chisholm, pero igualmente importante es que, los Marlins no podrían haber intercambiado a Gallen, de buena fe, si no hubieran recibido un trabajo tan alentador de Smith, López, Alcántara y Yamamoto.

El equipo se puso creativo para completar el acuerdo de Gallen, y demostró ser aún más ágil al intercambiar dos relevistas clave. Al empacar un prospecto de pitcheo de nivel medio con el veterano relevista Sergio Romo, pudieron obtener al prospecto de primera base de los Twins, Lewin Díaz, como parte de ese acuerdo. Luego, enviaron al adquirido durante el invierno (y el as del relevo de calibre estrella) Nick Anderson, junto con el superfluo y versátil  Trevor Richards, a Tampa Bay por el relevista de poder  Ryne Stanek y el jardinero prospecto y buen bateador Jesús Sánchez. Se podría discutir con la lógica subyacente de algunas de esas transacciones, y de hecho, el de Anderson luce muy arriesgado en este momento, pero ejecutaron bien su estrategia más amplia, y fue posible por la forma en que florecieron durante la primavera y el verano las opciones de lanzadores que ya tenían dentro de la organización.

En el lado ofensivo, Brian Anderson fue más o menos lo que esperaban que fuera, y Miguel Rojas se sometió a una versión más silenciosa de la transformación de 2019 de Nick Ahmed, de un campo corto defensivo de élite que no puede batear se transformó en un jugador ofensivo más completo cuyo bateo ya no devalúa el valor de su defensa.

Qué salió mal

Anderson y Rojas son las únicas cosas que parecen ser, de alguna manera remota, puntos brillantes al plato. Los peloteros que debían apuntalar la ofensiva, convertirla en una unidad representativa del calibre de las grandes ligas o proporcionar alguna esperanza para el futuro, han sido una catástrofe, sin atenuantes. Los veteranos Starlin Castro, Curtis Granderson, y Neil Walker han combinado para casi 1,200 apariciones al plato y un DRC+ agregado de aproximadamente 85. Los dos bateadores que el equipo esperaba se perfilarían como piezas a largo plazo del núcleo posicional, Jorge Alfaro y Lewis Brinson, en cambio, se proyectaron como tapones que deberán ser reemplazados para que el equipo pueda avanzar. Brinson ha salido de cualquier consideración seria como un futuro jugador de todos los días, en cualquier lugar de la MLB. Alfaro ha tenido muchos problemas al plato y ha luchado contra lesiones importantes, incluyendo una conmoción cerebral.

Los peces tenían algunos jugadores de floración tardía y con buen bateo por los que estaban moderadamente emocionados, como Garrett Cooper, Peter O’Brien, y Jon Berti. Apostaron por las herramientas de los reventados ex prospectos Harold Ramírez y Rosell Herrera. Despidieron a su instructor de bateo. Subieron a Isan Díaz  para (esperaban) una sacudida de poder y garbo de talento emergente en agosto. Nada de eso funcionó. Nada de eso estuvo cerca de funcionar. Nada de eso amenazó con funcionar de la manera en que casi todos los equipos malos tienen algunas ideas malas que amenazan con funcionar, en el transcurso de una larga temporada. No hay evidencia creíble de que los Marlins solo requieran de cuatro o cinco buenos bateadores para ser un buen equipo ofensivo. Sus 78 DRC+ colectivo es la peor cifra para cualquier equipo desde los Diamondbacks de 2004, y eso podría subestimar cuán atrás están en la curva.

Perspectiva de agencia libre

Los intercambios han sacado a Ozuna, Yelich, Giancarlo Stanton, y J.T. Realmuto durante los últimos dos inviernos, y casi ningún compromiso monetario significativo los ha reemplazado. Ahora, dado que Castro hizo que rechazar su opción de contrato fuera obvio, los Marlins se quitarán $35 millones de su nómina de 2019 para 2020. Castro se habrá ido, llevándose solo un $1 millón como pago compensatorio. El salario de $15 millones de Martín Prado disminuirá. Romo se ha ido. Walker y Granderson se jubilarán después del Juego 162. José Ureña, de quien no ha valido la pena hablar en dos años y ganó $3.2 millones por un trabajo de nivel de reemplazo en aproximadamente 80 entradas esta temporada, es probable que no siga en el equipo.

La pregunta, entonces, no es qué pueden pagar los Marlins, ni qué necesitan. Pueden pagar a cualquiera y a todos. Necesitan bateadores productivos en todas las posiciones del diamante, porque Rojas siempre puede moverse a defender la segunda base y Anderson puede jugar en una esquina de los jardines o en primera base, además de la esquina caliente, tercera base. Los principales bateadores que probablemente estén disponibles en el mercado abierto incluyen las importaciones cubanas José Abreu y Yasiel Puig y el producto del área de Miami Nicholas Castellanos. (También incluye a Josh Donaldson, Anthony Rendon, Didi Gregorius y Ozuna, pero fichar a cualquiera de ellos parece un sueño imposible). No contratar al menos uno de esos bateadores parecería ser una mala práctica, pero es difícil imaginar a alguien con otras opciones abordando un barco que parece estar aun hundiéndose.

 Alineación proyectada para 2020

  1. Miguel Rojas – CC
  2. Brian Anderson – 3B
  3. José Abreu – 1B
  4. Jorge Alfaro – R
  5. Corey Dickerson – JI
  6. Isan Díaz – 2B
  7. Monte Harrison – JC
  8. Jon Berti – JD

 Rotación proyectada para 2020

  1. Caleb Smith
  2. Sandy Alcántara
  3. Pablo López
  4. Jordan Yamamoto
  5. Elieser Hernández

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