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Image credit: USA Today Sports

Traducido por Marco Gamez

Si  hay una constante que se ha mantenido a lo largo de la historia del béisbol es la gente que se queja del juego. La consigna habitual es que el béisbol está roto, y la única manera de arreglarlo es implementando algún cambio radical. La queja puede ser que hay demasiados ponches o que hay muy poca acción, pero la receta es invariablemente una modificación importante de las reglas. La era actual del béisbol es ciertamente inusual, pero los datos sugieren que no está roto, y si lo estuviera, no sabríamos cómo arreglarlo.

La historia de los fanáticos que declaran que el béisbol está destruido o en medio de una espiral de muerte se remonta a más de un siglo. Brett Smiley recopiló  algunas de las más renombradas columnas periodísticas sobre el tema en los últimos 100 años, la mayoría de las cuales declaran que el deporte está en camino de ser irrelevante dentro de una o dos décadas. (De alguna manera, ha sobrevivido.)

Los problemas con el béisbol incluyen en su catálogo boletos caros, transmisiones de radio y televisión demasiado frecuentes, demasiados jonrones, pocos cuadrangulares, ritmo lento y pago excesivo para los jugadores de Grandes Ligas, entre muchos, muchos otros. Esas son las quejas más frecuentes que hemos escuchado plantear en las últimas temporadas, desde la falta de bases robadas hasta excesos de celebración.

Si bien las quejas sobre el juego son una tradición consagrada, el volumen parece haber aumentado en los últimos años. Con los cuadrangulares superando los récords de todos los tiempos y la Sabermetría transformando muchos aspectos de la estrategia en el campo, el béisbol moderno ha tomado una forma desconocida. Pero lo desconocido no significa que algo sea necesariamente malo.

El hilo conductor de las críticas recientes al juego se alinea aproximadamente en dos ejes: 1) el juego es demasiado lento, con poca acción entre los lanzamientos; y 2) no hay suficientes bolas en juego. Ambas críticas tienen algo de verdad. El juego es  claramente más lento de lo que solía ser. La mayor parte de la culpa es de los jugadores, que decidieron colectivamente salir de la caja de bateo o bajarse del montículo después de casi cada lanzamiento. Alguna culpa se debe a la marea cada vez mayor de anuncios comerciales, que toman un poco más de tiempo en una transmisión de televisión que antes.

Del mismo modo, la falta de bolas puestas en juego es histórica y modifica todos los aspectos del juego. Cuando se le agrega la falta de movimiento en las bases a un ritmo de acción pasivo se obtiene fácilmente la base para un planteamiento obvio: el juego es demasiado lento y aburrido para una nueva generación de personas que anhelan la acción constante.

Pero si el béisbol está roto, los fanáticos no parecen haberse dado cuenta. Según Gallup, alrededor del 47% de los estadounidenses eran fanáticos del béisbol en 2017, en comparación con el 46% en 2001. A lo largo de 16 años de evolución del béisbol, los espectadores observaron que los juegos se hacen más largos y los números de jonrones decaen y luego vuelven a aumentar. La cantidad de gente en el país que disfruta del béisbol parece haberse mantenido casi perfectamente constante. Se han obtenido resultados similares para otros tipos de preguntas sobre la popularidad del béisbol.

El típico argumento que esgrime un escritor que insiste en la historia El Beisbol está Muriendo es que el deporte solo es popular entre las personas de mayor edad. Sin embargo, los datos de los últimos años muestran que el béisbol y el softbol también están experimentando picos importantes en la participación de los jóvenes. Igualmente muestran que otros deportes, como el fútbol y el fútbol americano, ​muestran declives significativos. Es posible que todos estos niños que crecieron con el juego no se conviertan, a la larga, en aficionados, pero su participación en los deportes juveniles es una buena señal.

Muchos expertos han asumido que la abundancia de jonrones y ponches es algo malo, pero la información existente sugiere que no debemos tomar eso como cierto. Hay una falta de investigación sobre qué les gusta exactamente a los fanáticos, o incluso si tienen preferencias consistentes. Para ser más precisos, si sabemos algo  sobre lo que quieren los espectadores, viene del Comisionado de Grandes Ligas Rob Manfred, quien dijo que una investigación de la liga descubrió que “a la gente le gustan los jonrones y realmente les gustan muchos ponches”. Si los dos eventos más emocionantes para los aficionados al béisbol son jonrones y ponches, el juego moderno ofrece mejores resultados que nunca.

Manfred nunca describió qué personas fueron encuestadas, lo cual es un factor crucial. Es una locura asumir que un par de fanáticos cualquiera tienen exactamente las mismas preferencias para lo que quieren que sea el juego. Tal vez a una persona le encantan los  sencillos que se quedan dentro del cuadro, mientras que otro quiere los bateadores de alto calibre y los batazos de poder. Un tercero podría preferir el pitcheo dominante y un cuarto solo está realmente interesado en vivir la experiencia del estadio. Decir que los fanáticos del béisbol como grupo quieren algo en particular es asumir que todos son iguales.

La fanaticada está compuesta por multitudes. El beisbol moderno puede decepcionar a algunas personas, pero parece emocionar a tantos fanáticos como a los que no lo disfrutan. Tal vez una de las muchas posibles soluciones tendría el mismo efecto en la práctica, por ejemplo, desalentar a los reales fanáticos pero que si le guste a los fanáticos ocasionales, pero también es posible que dañe el beisbol de una manera que aun no entenderíamos. La ley de consecuencias no intencionales combinada con la crueldad de las modernas oficinas centrales sugiere que cualquier alteración de las reglas tendría efectos mucho más complejos de lo que se consideraba. Afinar el juego no es tan simple como girar las perillas o los diales, y sin conocimiento profundo sobre lo que quiere la pluralidad de fanáticos, los grandes cambios parecen desaconsejables.

A largo plazo, la fanaticada del béisbol ciertamente ha disminuido. El 39% de los estadounidenses calificaron al béisbol como su deporte favorito en 1948, mientras que solo el 9% hizo lo mismo en 2017, por lo que los últimos 70 años han pasado factura en el juego. Pero en la medida en que el béisbol se está muriendo, es la misma forma en que el fútbol americano y el baloncesto se extinguen. Ambos deportes, después de alcanzar picos significativos a mediados de los años 2000 y finales de los años 90, respectivamente, han visto cómo sus fanaticadas se redujeron ligeramente desde entonces.

La trayectoria a largo plazo de muchos deportes parece implicar un pico temprano y luego una meseta larga y estable. Si bien la era actual del béisbol es única, muchos aficionados parecen haberse quedado con el juego a lo largo de su evolución. A medida que se realicen ajustes como los relojes para lanzadores y los cambios al contrato colectivo de trabajo, esperemos que los devotos a nuestro deporte logren encontrar formas de seguir amando al juego.

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