keyboard_arrow_uptop
Image credit: USA Today Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

En noviembre de 2014, Giancarlo Stanton obtuvo una extensión de su contrato con los Marlins. Stanton tenía 25 años y acababa de finalizar su primera temporada completamente sana de su carrera, una campaña en la cual obtuvo 37 cuadrangulares, 94 bases por bola y un WARP de 7.7 en uno de los entornos más difíciles para obtener carreras en la Época de la Bola Viva.

Stanton capitalizó asegurando un convenio de $325 millones durante 13 años, dos años antes de haber alcanzado la agencia libre. También obtuvo una cláusula de exclusión voluntaria después del 2020 (una de las principales condiciones de un contrato con carga posterior), y una cláusula que impide ser intercambiado. Ese contrato estableció récords históricos de garantías financieras para un solo jugador, e inmediatamente se convirtió en un punto de referencia ineludible para futuras mega-transacciones firmadas por jóvenes superestrellas. Después de todo, Stanton ni siquiera había demostrado una habilidad consistente para mantenerse sano y batear como superestrella, excepto por ese año base y ni siquiera era agente libre cuando firmó el contrato.

Ese contrato es más relevante que nunca este invierno, ya que tanto Manny Machado como Bryce Harper pretenden (de hecho, exigen) que se les pague tanto o más de lo que se le pagó a Stanton. Ambos tienen los mismos éxitos. Al igual que Stanton, ambos han demostrado talento de superestrella, pero no han logrado una producción consistente de superestrellas durante varias temporadas saludables. Al igual que Stanton, ambos son excepcionalmente jóvenes para estar posicionados para obtener este tipo de ingreso. Lo más importante es que, a diferencia de Stanton, ambos son agentes libres.

Sin embargo, lo que se esconde bajo esa narrativa es todo lo que hay entre las líneas del acuerdo de Stanton. El contrato que se trata como el punto de referencia que todos los pretendientes serios deben cumplir es, de hecho, una cortina de humo. A efectos de comparación con casi cualquier otro jugador o situación, no tiene sentido. Fue el resultado de una larga serie de decisiones tomadas por una de sus principales partes, quien negoció el acuerdo de mala fe. No proporciona ninguna visión real para hacer un análisis del posible acuerdo que Harper o Machado podrían firmar.

En 2014, el propietario de los Marlins, Jeffrey Loria, tuvo un enorme problema. Había quemado cada puente y gastado cada centavo de capital político o de buena voluntad que tenía, y no tenía estrategia de salida alguna. Tres años antes, se volvió loco con los gastos, un intento costoso (e infructuoso, como rápidamente quedó demostrado) de comprar el perdón por ser un extorsionador político y social, lo cual culminó con la construcción (en su mayoría a expensas de otras personas) de Marlins Park. (También fue diseñado para quitarse de encima al sindicato de jugadores, el cual, exitosamente, responsabilizó a Loria cuando trató de dejar de gastar dinero durante los años que tardó la construcción del nuevo parque). Había fichado a José Reyes, Mark Buehrle y Heath Bell con contratos caros, después de no poder atraer a Albert Pujols a la ciudad cuando Loria no cedió a su moratoria sobre las cláusulas de no-intercambio.

Eso fue en 2012, el año en que Marlins Park abrió sus puertas, y la idea era que Reyes, Buehrle y Bell de alguna manera llevarían a la cima a una plantilla bastante esquelética. Cuando no lo hicieron, Loria cayó con fuerza en sus viejos hábitos: presionó el botón de expulsión con ambas manos. Los Marlins intercambiaron a Hanley Ramírez, Aníbal Sánchez, Gaby Sánchez y un puñado de jugadores de relleno en julio. Mandaron a Bell durante un esquema para deshacerse de sueldos durante la postemporada de 2012, la que se perdieron por casi 20 juegos. Reyes y Buehrle, junto con el ex-as Josh Johnson, se habían ido para el Día de Acción de Gracias, en un exitoso acuerdo con Toronto. Al verano siguiente, el equipo se deshizo de Ricky Nolasco. Después de haber fallado en competir con los líderes en su nuevo santuario a la manipulación y el mal gusto, Loria cerró la tienda y volvió a gastar lo menos que podía gastar.

Pero su espalda ya estaba contra la pared. La inminente salida del comisionado de Grandes Ligas, Bud Selig, fue un mal augurio para Loria, a quien Selig había pastoreado durante el proceso de compra de un equipo (cuando Loria compró a los Expos a finales de 1999). El sindicato de jugadores se había dado cuenta de su liquidación. Los aficionados de Miami abandonaron el nuevo parque mucho antes de que el efecto habitual de la luna de miel hubiera desaparecido. Para la temporada de invierno de 2013-2014, estaba claro que los días de Loria como propietario de los Marlins estaban contados. Pero no podía sentarse a ver cómo su franquicia se hundía aún más en el descrédito. Cualquier vendedor inteligente sabe que necesita enmarcar su producto lo mejor posible para los compradores potenciales, y como comerciante de arte durante muchos años, Loria lo sabía muy bien. Por eso hizo de la renovación de Stanton una prioridad, especialmente después de la excepcional temporada 2014 del jardinero. Era la única oportunidad que Loria tenía para aparentar dirigir una empresa muy rentable que apunta en la dirección correcta.

Mientras tanto, Stanton estaba a gusto en Miami pero no con los Marlins. Se sabía que no estaba muy conforme con la desbandada de 2012 y que no confiaba ni en la gerencia ni en el dueño. Podía ver su agencia libre en el horizonte y la única manera en que Loria podría retener a Stanton era el permitirle dictar los parámetros de su nuevo contrato.

De todo esto se obtiene el contrato que describo anteriormente. Stanton obtuvo una garantía inimaginable, incluso bajo los estándares de esa época de la agencia libre. Sí, tenía mucha carga posterior, pero cada centavo estaba garantizado y, de todas formas, podía salirse si veía más dinero en otro lado o de plano ya no quería ser un Marlin. Desechó por completo la regla que Loria tenía sobre cláusulas de no-intercambio. El pelotero tenía todas las cartas y el dueño, ninguna. Ese contrato lo refleja.

Inevitablemente, Loria decidió vender el equipo y el contrato de Stanton era casi inamovible, pero era absolutamente vital para los nuevos dueños el poderlo mover. Incluso venderle en su pico de productividad (tras su año como Jugador Más Valioso en 2017), el equipo fue llevado al baile por los Yankees. Stanton usó su cláusula de no-intercambio como una hoz, macheteando cada centavo de todos los equipos interesados.

Ningún equipo, probablemente, aceptaría un contrato con tantas desventajas como este, quizás nunca jamás. Alguien en algún momento obtendrá más dinero, pero de ninguna manera con una cláusula de no-intercambio y con las salidas de este, con un sueldo tan dispar con el resto de la liga. Machado y Harper no deberían aspirar a ser las excepciones a la regla. Hasta que un nuevo convenio colectivo de trabajo cambie las reglas, los equipos cargan la hoz, y ningún dueño está tan arrinconado como Loria en 2014.

Thank you for reading

This is a free article. If you enjoyed it, consider subscribing to Baseball Prospectus. Subscriptions support ongoing public baseball research and analysis in an increasingly proprietary environment.

Subscribe now
You need to be logged in to comment. Login or Subscribe