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Image credit: USA Today Sports

Traducido por Carlos José Lugo

El origen de la frase “días de perro de verano” radica en Grecia. Acreditado a muchas personas diferentes, el término era utilizado para describir los patrones del clima que acompañaban el periodo en el cual Sirius (la estrella del perro) se levantaba en el cielo casi juntamente con el sol. Puesto que Sirius es la luz más brillante en el cielo nocturno, los hombres de la antigüedad creían que su ascensión en combinación con el sol era la causante de la sequía y el calor extremos que entonces caracterizaban el clima en el mediterráneo en esa época del año. Según los cálculos modernos, este periodo transcurre desde justo antes del cuatro de julio hasta inicios-mediados de agosto (más frecuentemente, julio 3-agosto 11). Griegos y romanos, sin embargo, eran más proclives a declarar el final de los “días de perro” tan pronto llegaran las frías lluvias y aplacaran el sofocante calor.

Por cualquiera de las definiciones, los “días de perro” finalizaron en Chicago esta semana. El ascenso heliaco de Sirius ocurrió durante el fin de semana (no puedo confirmar o negar de manera concluyente los rumores, que yo mismo estoy iniciando en este momento, de que esto ocurrió la mañana siguiente después del grand slam decisivo de David Bote en el Wrigley Field), y en los momentos en que los Cubs y los Brewers cerraban su extraña serie de dos partidos diurnos y abandonaron la ciudad, la lluvia empapó a Chicago apenas por segunda vez en todo el mes. Los Cubs se escaparon de una estadía en casa de cinco juegos ante Washington y Milwaukee con marca de 3-2, gracias a una poco elegante pero decisiva victoria el miércoles en la tarde, manteniendo su ventaja de tres partidos en la división central de la Liga Nacional.

El béisbol, sin embargo, gradualmente ha construido su propia definición de los días de perro. En las grandes ligas, los días de perro inician después de que transcurre la fecha límite de cambios, y se prolongan hasta que un equipo, fruto de su juego, verdaderamente sale o se escapa de ellos. De acuerdo a esta definición, los Cubs están todavía bien inmersos en los días de perro, y todavía les quedan otras cuatro semanas de estos. Si Chicago quiere mantener lo que sería un tercer título divisional consecutivo y alcanzar los playoffs por cuarta temporada al hilo, tendrán que transitar exitosamente por un desafío bien brutal.

La noche del pasado jueves, los Cubs iniciaron una serie de cuatro juegos en Pittsburgh, tratando de propinarle un puñetazo final que le dé el knockout a los tambaleantes Pirates, quienes han perdido cuatro de cinco y se encuentran ahora a mayor distancia de los lideres Cubs que de los ocupantes del quinto lugar, Reds. Después de esta serie, Chicago tendrá un día de viaje antes de una serie de dos partidos en Detroit. Pero empezando con esos dos partidos, jugarán durante 23 días consecutivos, en seis ciudades distintas.

Incluido en ese trecho habrá una gira en la ruta, de once partidos en cuatro ciudades que se desarrollará de esta manera:

  • Un vuelo desde Chicago (en donde Cubs y Mets jugarán en la tarde del 29 de agosto) a Atlanta para un juego reasignado suspendido por lluvia en mayo;
  • Un vuelo de Atlanta a Filadelfia para una serie de fin de semana;
  • Un vuelo de Filadelfia a Milwaukee para jugar tres encuentros, iniciando con un partido diurno el Día del Trabajo;
  • Un vuelo de Milwaukee de regreso al este, a Washington, para una serie de cuatro partidos; y
  • Un vuelo de regreso a casa para iniciar una serie de tres pratidos ante los Brewers en Wrigley Field el siguiente lunes en la noche.

Todo eso es positivamente desafiante además de agotador (el viaje desde la costa este a Milwaukee y de regreso al este es especialmente sádico), y esto ni siquiera captura el alcance total del reto. Los Cubs no solamente habrán jugado durante nueve días corridos antes de ese trecho, pero lo habrán hecho en gran parte del mismo (quizás todo el trecho) sin su mejor jugador de posición, quien debería ser su as de rotación, ni su cerrador. En este punto, no sería sorpresa para nadie cercano al equipo sabe si Kris Bryant, Yu Darvish y Brandon Morrow se habrán mantenido inactivos hasta el 1ro de septiembre, que sería la fecha del partido del medio de esa serie en Filadelfia.

Aun si los tres han retornado para entonces, y aun si están más o menos a plena capacidad de inmediato, se estarán reintegrando a un equipo que habrá tenido que batallar para mantenerse a flote sin ellos. De los abridores saludables del equipo, dos de los más confiables (los zurdos Jon Lester y José Quintana) están pasando por un momento muy difícil en la actualidad. La ofensiva dio señales de vida el miércoles en la tarde, incluyendo hits grandes de algunos de los muchachos que han estado batallando más recientemente, pero como equipo los Cubs han estado fríos por gran parte de las cuatro semanas posteriores a la pausa del Juego de Estrellas.

En un interesante giro, los Cubs se han convertido rápidamente en el equipo veterano en el campo de la Liga Nacional – para bien y para mal. Por edad cronológica, todavía conservan uno de los grupos de jugadores de posición más jóvenes en las mayores. Aparte de Ben Zobrist, los jugadores más viejos en los cuales se apoyan son Jason Heyward y Anthony Rizzo, ambos cumpliendo 29 años en el transcurso de la pasada semana. Los Cubs frecuentemente inician con cinco o seis jugadores de 25 años o más jóvenes. Dicho esto, su defensa ya no es más el impenetrable campo de fuerza que era hace dos años atrás, o incluso por momentos en el 2017. El equipo se sitúa en el séptimo lugar en Eficiencia Defensiva Ajustada por Estadio, pero una gran parte de su éxito a lo largo del periodo de finales de julio del 2015 hasta finales del año pasado se debió a que tenían la mejor defensa de la liga, punto.

Muchos de estos jugadores jóvenes también han estado siendo molidos en la batidora de ajustes constantes que se requieren cuando se están tratando de establecer en las mayores. La liga ya ha escrito un libro sobre las figuras de Willson Contreras y Javier Baez, a Addison Russell y Kyle Schwarber, e incluso han actualizado ese libro una o dos veces. El equipo es el vigesimoprimero en poder aislado. Eso es parcialmente producto de la ausencia de Bryant (y, antes de ir forzosamente a la lista de lesionados, su pérdida de poder relacionada con las lesiones), y parcialmente producto de una alteración en el enfoque al plato bajo la tutela del nuevo coach de bateo Chili Davis.

En cierta manera de forma infame, los Red Sox vieron su ofensiva tener muchos problemas para generar poder la pasada temporada con Davis a cargo del bateo, y aunque (en ambas campañas, con ambos equipos) los resultados generales fueron buenos, el sentir fue que Boston no estaba alcanzando completamente su potencial debido a los cambios y compensaciones que estaban haciendo al plato. Algo de ese mismo sentir es cierto en Chicago en este momento, a pesar de las cosas muy buenas que ha logrado la ofensiva este año.

Una preocupación más seria, es que pareciera como que el programa de pitcheo del equipo se ha derrumbado. Ningún equipo en el béisbol tiene más problemas para tirar strikes tan frecuentemente como lo tienen los Cubs. Sus lanzadores no están manteniendo la bola en el parque o induciendo contacto débil de la forma en que lo habían hecho durante los años recientes. Al comprometerse con varios de los mismos lanzadores que les han dado tantos éxitos durante los últimos tres años, Theo Epstein y Jed Hoyer se arriesgaron a algo de declive relacionado con la edad y carga de trabajo, y estamos viendo eso manifestarse en la acción, pero también pareciera como que los juegos mentales que ellos estaban ganando en temporadas previas se están inclinando hacia el otro lado en el 2018.

Contreras es un joven y talentoso cátcher quien está poniendo todo el trabajo y esfuerzo que le puedan pedir, pero es pobre a la hora de conseguir strikes extras para sus lanzadores por medio del framing y tampoco tiene un gran don para llamar pitcheos. La diferencia entre él y el antiguo tándem de receptores compuesto por Miguel Montero y David Ross es sorpresivamente marcada, no importa cuanta fe uno ponga en las estadísticas de framing. Esto no es una crítica a Contreras; esto lo que subraya cuan especiales y valiosos realmente eran los dos receptores veteranos. Aun así, el efecto en el actual staff de lanzadores ha sido marcadamente negativo.

El éxito inmediato de los nuevos arribos Cole Hamels y Jesse Chávez ofrece una razón considerable para el optimismo. Aun sin Darvish ni Morrow, y especialmente con la promesa de su regreso en algunas semanas, los Cubs poseen uno de los cuerpos de lanzadores más profundos del béisbol, y posiblemente el más profundo del viejo circuito. Aún se mantienen como los amplios favoritos en nuestro Reporte de Probabilidades de Playoffs, para ganar la división, y según la estimación de ese reporte, los Cubs tienen la más alta probabilidad de ganar la Serie Mundial de entre todos los equipos de la Liga Nacional.

Los Reportes de Probabilidades de Playoffs, sin embargo,  no conocen realmente nada sobre los “días de perro”, y hasta que los Cubs sobrevivan sus inusualmente tardíos, inusualmente largos e inusualmente desafiantes días de perro, su posición en la carrera por el campeonato es más turbia que lo que los números sugieren. Joe Maddon ha ayudado a su joven y extraordinariamente talentoso equipo a manejar La Rutina mejor que cualquier otro club desde su llegada a Chicago, pero en este sentido, las próximas cuatro semanas podrían ser su reto más grande hasta ahora.

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