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Image credit: USA Today Sports

Traducido por Carlos Pérez 

¿Cómo algo tan común dentro del juego quedar tan fuera del análisis del béisbol?

Traducido por Carlos Pérez 

Quiero escribir sobre relaciones, y no tengo ni idea de cómo hacerlo. Supongo que estoy cualificado: técnicamente tengo un grado en psicología clínica (aunque hace mucho tiempo desde que lo usé), pero la terapia de parejas nunca me gustó. Y esa tampoco es el tipo de relación sobre la que quiero escribir. Quiero escribir sobre relaciones de béisbol, y no tengo ni idea de cómo hacer eso.

Lo cual me molesta.

Hace un tiempo, me encontraba cambiando emisoras de radio en mi coche, cuando accidentalmente rompí una de las reglas básicas de escuchar la radio (no escuches la sección de comentarios… Perdón, tertulias deportivas). En el aire, uno de los locutores, que parecía haber jugado en las mayores, contaba una historia sobre cómo valoraba al antiguo exterior de grandes ligas Lance Johnson por “haberme tomado bajo su ala”. No es una historia original. He escuchado una variación de esa historia unas 500 veces de 500 jugadores diferentes. Pero ese no es el punto. Incluso la frase “tomarme bajo su ala” es tan universal en los recuerdos de los jugadores saliendo de sus cáscaras de huevo que es todo un cliché.

¿Cómo puede ser algo tan común dentro del juego – en este caso, la formación de relaciones de mentores entre jugadores viejos y jóvenes- puede estar tan ausente de cualquier trabajo que se ha hecho entre los analistas del béisbol? En serio, ¿cómo no hemos visto eso? Los jugadores, ya tengan razón o estén completamente locos, suelen atribuir un porcentaje importante y ocasionalmente grande de su propio éxito en el juego a la influencia de un mentor en concreto. No hemos rehuido hablar de cualquier otro tópico, pero salvo algunos intentos descorazonados de descifrar la “química”, este aparentemente no quedó ni registrado en el radar. Supongo que estábamos muy ocupados controlando qué tan rápido giraba la bola.

¿Qué pasaría si hubiera un tipo ahí fuera que tuviera un par de conversaciones durante los años y promoviera tres o cuatro carreras dignas del Hall of Fame? O quizá solo lanzó algunas carreras razonablemente competentes. ¿Llega un punto donde uno puede ser un miembro del Salón de la Fama por ese tipo de cosas? Ni siquiera por enseñarle a un pitcher una bola curva especial. Solo por ayudarle a que viva más cómodo y dejar que su talento natural brille.

No es solo un mentor lo que escuchamos sobre el juego. La idea de que un lanzador tenga un “receptor personal” porque los dos “trabajan bien juntos” es algo sobre lo que nadie repara. Entiendo que todos los receptores necesitan días libres, pero he visto equipos con dos receptores que alinean al peor de ellos en un partido crítico de playoff porque el abridor ese día pidió que su amigo estuviera detrás del plato. Haya o no un efecto real ahí, no lo sé decir a ciencia cierta, pero los equipos sí que actúan como si la hubiera. El lanzador consigue a su terapeuta y confidente en el campo. ¿Puede un receptor hacer mejor a un lanzador por la virtud de cuánto le gusta al lanzador?

Luego está la relación que tiene un mánager con sus jugadores. Hemos visto previamente que, con el tiempo, los mánagers parecen tener la habilidad consistente de mantener a los jugadores a salvo de experimentar los efectos de La Rutina durante una larga temporada. Ese podría ser el manager que hace una decisión táctica dentro del juego y mantiene a los jugadores frescos racionando su tiempo de juego, ¿pero qué pasa si es más que eso? ¿Qué pasaría si todas las cosas que dicen los jugadores sobre un mánager sobre “atravesar un muro de ladrillos por él” son ciertas? ¿Qué pasa si eso tiene valor real en el campo? ¿Qué pasa si puede ser cultivado?

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En el campo de la psicología clínica, hay una literatura amplia y bien desarrollada que hace la pregunta: “¿Qué funciona en la sala de terapia?

Como clínicos, estamos comprometidos a ayudar a la gente que viene y necesita ayuda, y como científicos queremos saber la mejor forma de hacer eso. Hay mucha literatura sobre qué enfoque terapéutico funciona mejor. Por ejemplo, sabemos que la terapia de exposición funciona para gente que tiene ansiedad. Ese es el enfoque cuando alguien tiene miedo a los aviones, primero les enseñas una foto de un avión y les ayudas a través de la ansiedad, entonces trabajas hacia adelante hasta el punto de que son capaces de ir al aeropuerto y montarse en un avión. ¿Cómo estructurar esa exposición de la manera que funcione mejor para el paciente? ¿Es esa la mejor manera de curar la ansiedad de alguien?

Pero es más que eso. Hay más terapia que solo leer el guión correcto. Por supuesto, algunos métodos de terapia funcionan mejores que otros (y otros nos funcionan para nada), pero el hallazgo más consistente en investigación clínica es en realidad que el guión no es la fuerza más poderosa en la sala de terapia. Es la fuerza de la relación entre el paciente y el terapeuta, o al menos qué fuerte el paciente cree que es esa relación. El mayor predictor del éxito futuro es esa relación.

Pasamos mucho tiempo agasajando a los entrenadores de lanzadores por enseñarles un lanzamiento específico (Dan Warthen en línea uno) o entrenadores de bateo por enseñar un enfoque específico al plato, y quizá hay algo ahí. No tiene que ser un y/o. Pero en un juego donde hay un máximo y el mejor lanzamiento es el que el lanzador realizará con convicción, ¿qué pasa si lo que se enseña en realidad es a creer en ti mismo? El slider está ahí o no está.

***

Sé que esta no es una línea de investigación fácil. Tenemos pocos datos, ninguno sistemático, y me siento como un hereje por sugerir esto. Pero también creo que hay un impulso inmediato en cualquier línea de investigación Sabermétrica por hacer una tabla de líderes. Lo sé. Lo he sentido en mí. No todo en la vida necesita una tabla de líderes.

Suponga por un momento que pudiéramos construir un caso circunstancial tal que la flecha por el efecto de los mentores apuntara hacia arriba. (Creo que ya lo hemos hecho). Se convierte en la clásica “cosa buena de un equipo sobre la que no hay que gastar dinero”. De hecho, aunque muchos problemas del béisbol pueden ser resueltos si uno gasta más dinero (si lo tiene que gastar), este parece resistente a esa idea.

Uno no puede pagarle a alguien para ser el amigo de alguien. Lo más cercano que puede hacer es darle un extra al “tipo simpático del vestuario”, pero incluso eso es estar algo alejado. ¿Cuántas veces terminó usted jugando con los niños que sus padres aprobaban cuando era pequeño? Incluso si algo como un “receptor personal” resulta ser una tontería -y el problema con cosas como “ERA de receptor” es que sufre de la enfermedad del tamaño pequeño de la muestra—quizá haya pocas contras en explorar eso.

Esto necesita un enfoque diferente, no obstante. Quizá los equipos deberían buscar trabajadores maduros, que serán buenos mentores, pero eso es solo una parte de la ecuación. ¿Cómo pueden los equipos estructurarse mejor para asegurar que esas relaciones se forman para permitir a los veteranos impartir su sabiduría a los niños? ¿Es tan simple como dejar que la naturaleza tome su curso o puede forzarse un poco? Quizá invertir en un par de conversadores de oficina podría asegurar una victoria extra por temporada. Quizá, por intentar forzar el asunto, un equipo puede caer en el riesgo de envenenar cualquier relación que se habría formado dejando a la gente por sí misma. No tenemos ni idea.

No tenemos ni siquiera un sentido sobre el orden de magnitud correcto sobre lo importante que son estas relaciones, incluso si no entendemos cómo funcionan. Quizá esto es el tipo de cosas que valen solo una parte de una carrera por temporada, y no merece la pena cambiar toda la filosofía de una organización por esto. Pero quizá podemos encontrar alguna evidencia de que vale media victoria. Los equipos han ido más lejos para perseguir menos cosas.

Hace dos años y medio, escribí algo parecido sobre el desarrollo de los jugadores. Hacia el final de la pieza, decía esto:

Algunas veces no tendrá un plan perfecto sobre lo que quiere medir. Haga su estudio de todas formas. Señale que hay prejuicios como cualquier buen investigador haría (y que no hay una buena manera de esquivarlos). Está el miedo de que la información parcial es peor que no información, pero a veces eso funciona justo al revés. El punto es que donde está el campo ahora, no se hace nada de muna manera semi-responsable que sería una adición bienvenida.

Creo que estamos en una posición similar. Tenemos testimonios de que las relaciones -no la química de equipo, aunque eso tampoco ha sido muy explorado, salvo las amistades entre dos jugadores- juegan un gran papel en el juego. Los jugadores pueden estar equivocados. No lo sabemos todavía. Pero como campo, la Sabermetría no lo ha perseguido. Parece que lo han pasado por alto.

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