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Image credit: USA Today Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes 

Al iniciar el 2018, los Nationals son el equipo más interesante del béisbol. Acumulan un lustro de enloquecedoramente agónicas decepciones, pero también cuentan con más triunfos en temporada regular durante las últimas seis temporadas que cualquier otro equipo excepto por los Dodgers. A pesar de este aparente éxito, ya cuentan con su cuarto manager en siete campañas, y este (Dave Martínez) es nuevo en el rol. Pero más notablemente, desde luego, es que los Nationals se preparan para su última temporada con Bryce Harper bajo el control del equipo, así que los momios para la próxima temporada son altísimos. Si esta temporada no les lleva considerablemente más lejos en octubre que en sus anteriores cuatro intentos, su ventana podría cerrarse y habrían pocas opciones de no llamar a la época Harper-Stephen Strasburg un fracaso.

Quizás sea demasiado duro, pero es la dura realidad. En el béisbol de grandes ligas actual, el éxito de una organización no se mide por temporadas ganadoras ni por apariciones en postemporada o en títulos divisionales. La postemporada sigue siendo demasiado difícil de resolver, demasiado fortuita para permitir a cualquier equipo ser juzgado únicamente por el hecho de haber obtenido el trofeo de la Serie Mundial, pero ninguna dinastía que se digne serlo cumplió con la promesa a sus fanáticos si ni siquiera ha ganada una serie de postemporada. En cada una de sus cuatro derrotas en Serie Divisional, los Nationals tuvieron ventaja de local, y en cada una de las cuatro, tuvieron una oportunidad verdadera de ganar. El “apagón” de Strasburg, aquel clásico duelo de lanzadores de 18 entradas contra los Giants en 2014, y dos dolorosas derrotas en Juego 5, sin embargo, revelaron algo más que mala suerte: los Nationals han sido un equipo sin ánimo de campeones.

Son raras las ocasiones en que este tipo de concepto se maneja en Baseball Prospectus pero, tarde o temprano, negar el hecho sería ignorar un problema serio. El general manager Mike Rizzo armó con asiduidad rotaciones iniciales y alineaciones de élite; auténticos sueños húmedos beisboleros. Sin embargo, en muchas ocaciones, sacrificó profundidad, defensa, o lanzadores relevistas para lograr esas cosas, e inevitablemente, los trueques pequeños se le voltearon en las postemporadas. Así no es como debe funcionar; todo análisis moderno del béisbol de octubre se centra en el hecho de que el calendario acotado de series de cinco o siete juegos permite que la mitad superior de la plantilla afecta el juego más que nunca. En el caso de Washington, estas desavenencias han sido los detalles que ni siquiera sus estrellas han podido hacer bien.

Por ejemplo: los Nationals contaron con el peor cuerpo de receptores defensivos de cualquier equipo que alcanzó la postemporada en 2017, de acuerdo a nuestro medidor “Adjusted Fielding Runs Above Average”, el cual toma en cuenta enmarcado y bloqueo de lanzamientos, así como control de los corredores. Fueron inferiores a la media en defensa como equipo en 2014. En 2012 fueron el peor equipo corriendo las bases en todo el béisbol, por amplio margen. Nunca fueron buenos en los relevos, y sus carreras en las bases han continuado siendo pobres, incluso después de añadir a grandes atletas como Trea Turner y mejorar su clasificación general.

Pues está eso, además de las tremendas alineaciones y rotaciones que Rizzo ha armado durante los años quizás no sean tan buenas como creemos que son. Aquí es donde el ajuste más importante que no estamos haciendo todavía a la estadística del béisbol debe ser insertado a la mezcla. Recuerda, la pseudo-dinastía de los Nationals se alzó justo cuando la dinastía de los Phillies cayó, y el mal manejo de su oficina frontal que tomaría un tiempo en regresar a la relevancia. Los Marlins y los Mets están enfrascados en una batalla tipo Alien vs. Predator en lucha por el cetro por ser la franquicia menos relevante del deporte, siempre tratando de superar al otro con increíbles (y, por alguna razón, ciertas) llantos de pobreza e inconcebibles (y, por alguna razón, sostenibles) ejemplos de incompetencia en todos aspectos, desde manejo de personal hasta instrucción básica de béisbol. Atlanta batalló contra Washington con valor durante tres años, pero cuando el último de esos años acabó de manera espantosa con una demolición de seis semanas de duración, sus dueños y su notablemente tacaña oficina frontal tomaron la cínica y temeraria decisión de quemar a su equipo competitivo y reconstruir desde cero.

Como resultado, los Nationals tienden a enfrentar al agregado de oponentes más débil de todo el deporte. Los lanzadores que enfrentaron a Bryce Harper en 2017 permitieron una línea basculada de bateo de .263/.331/.442—no a Harper, sino a todos. Nuestro reporte de Calidad de Contrincante incluye una estadística llamada “Opponent Runs Per Plate Appearance Above Average” (oppRPA+, o carreras del contrincante por aparición al plato arriba del promedio), el cual se expresa de la misma forma que DRA- u OPS+, en una escala en donde 100 es promedio y en cuanto sea más alto será mejor para la ofensiva. Clasificando a los 227 bateadores quienes tuvieron al menos 300 apariciones al plato el año pasado por medio de oppRPA+ ofrece una tabla de clasificación en la cual ocho de los 11 primeros nombres son jugadores regulares de los Nationals. De los cuatro lanzadores de los Nationals que lanzaron al menos 100 innings, el único que no terminó cómodamente por debajo de la media en promedio de bateo de calidad del oponente fue Strasburg.

Anthony Rendón tuvo una gran temporada en 2017, pero su .325 de True Average debe ser tomado con cuidado. Tuvo 605 apariciones al plato y enfrentó a lanzadores menos difíciles que cualquier otro bateador con al menos 270 apariciones. El bateador más cercano al 111 oppRPA+ de Rendón fue Ryan Zimmerman, con 109, la cual alimentó su rejuvenecida temporada.

La estadística utilizada aquí está apenas tallada y no debe ser tomada en cuenta como otras, tal como Park Factor para bateadores (o lanzadores). Considera ajustar sólo la mitad de los que sugiere el oppRPA+ (por ejemplo, toma el 4% del TAv de .314 de Daniel Murphy para poder acomodar su 108 oppRPA+) para poder calcular el verdadero talento de un jugador contra su competencia neutral. De todas formas, no es poco. En los casos de Rendón, Zimmerman y Murphy, podemos tomar el método conservador y de todas formas encontrar que la calidad de sus contrincantes afectó sus números más que los parques donde jugaron. Esto puede explicar el por qué el equipo parece no rendir a su nivel en octubre; no ha sido propiamente investigado entre abril y septiembre.

Scott Boras siempre encuentra válvulas de seguridad cuando parece que uno de sus clientes estrellas va a ser ignorado por el mercado, o será forzado a firmar un contrato inferior de lo que creen merecer. Su relación con los Nationals es singular, de la manera en que ambos han usado a sus clientes de la misma forma. Al aproximarse la fecha para que reporten los lanzadores y receptores, ambas partes parecen ser atraídas hacia si. Jake Arrieta (o tal vez, en el estado correcto de imaginación, Eric Hosmer) pudieran caber dentro del equipo, y podrían necesitar ese empujón más de lo que creen.

Hace un año, Washington parecía encontrarse en un estado ideal hacia la competencia sostenible, instrucción y desarrollo de jugadores, y la forma general de un equipo ganador. Ahora parecen más frágiles. Su sistema de ligas menores debería sacar una verdadera estrella este año, en Víctor Robles, y Adam Eaton deberá estar sano para la primavera, pero existen dudas por todos lados. Cuentan con un manager primerizo y un cuerpo de entrenadores sin mucho renombre. El lado derecho del cuadro está entrado en años y a los lanzadores inicialistas se les acumula el kilometraje en sus brazos y con ello, las lesiones que ello conlleva.

De forma más imperante, una valoración nítida de los jugadores en quienes cuentan más sugiere que su grandeza pudo haber sido sobrestimada. Si Rizzo y el dueño Ted Lerner quieren cumplir con el estándar del éxito moderno con un grupo como este, tendrán que hacer un movimiento significativo, con o sin la ayuda de Boras.

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