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Image credit: © Raj Mehta-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

En 2005, un año de los Tigers suspendido en el anonimato entre su temporada de 119 derrotas de 2003 y su campaña ganadora de 2006, el programa de radio This American Life publicó una historia sobre una franquicia de sándwiches llamada “Quiznos” que carecía de carne. Los concesionarios habían dejado de aportar dinero a la matriz de la empresa y se habían fugado. A su vez, la matriz abandonó el establecimiento y dejó de suministrarle salchichonería y otros ingredientes necesarios para la elaboración de los sándwiches en forma de torpedo. Nadie se molestó en informar a los empleados, así que abrieron día tras día con cada vez menos para vender. Los clientes desprevenidos entraban en el equivalente en el mundo real del sketch de la “tienda de quesos” de Monty Python y se enfadaban cuando se les informaba de que no, que no podían pedir el sándwich Spicy Monterey, hecho con pechuga de pavo asada al horno, jamón ahumado, provolone fundido y mayonesa cremosa, servido tostado.

El meme “Señor, esto es un Wendy’s” estaba en el futuro esperando el progreso humano suficiente para conseguirlo, y sin embargo, si hubiera existido, los desventurados camareros de esta tienda de sándwiches en particular no habrían podido desplegarlo, ni siquiera una versión más apropiada para sus circunstancias, ya que funcionalmente esto no era ni un Wendy’s ni un Quiznos ni ninguna otra cosa con pretensiones de utilidad humana.

Los Tigres de Detroit de 2022 son así. El miércoles, la creación de Al Avila [sic] logró algo así como la apoteosis de su enfoque ofensivo, dejando caer una decisión de 13-0 con cuatro hits y ninguna base por bolas. Al empezar el día, el equipo promedio de Grandes Ligas bateaba .241/.311/.391. Los Tigres tienen ahora un promedio de .219/.276/.315. Tienen un promedio de 2.71 carreras por partido, y han conseguido el peor número de cuadrangulares de las Grandes Ligas: 31. Como se ha señalado en otro lugar, Matt Carpenter ha bateado tantos cuadrangulares en 34 apariciones al plato desde que se unió a los Yankees el 26 de mayo como los Tigres en 618 apariciones al plato del equipo desde la misma fecha. La falta de paciencia de los Tigres es casi tan impresionante como su falta de poder. Los bateadores del equipo están en camino a conseguir aproximadamente 375 bases por bolas, una marca que los empata con el segundo total más bajo de este siglo, detrás de su propia edición de 2002, cuyos magistrales bateadores aceptaron sólo 363 pases libres en 161 partidos. El picheo ha sido medio decente, pero un equipo que batea así podría tener a Koufax y Drysdale en el montículo y no importaría.

Esta es la parte de la columna en la que nos preguntamos si alguno de los jugadores de posición de la plantilla actual formará parte del próximo gran equipo de los Tigres, cuando/si tal quimera se convierte en una posibilidad. No es imposible; algunos de estos Tigres son cachorros. El hecho de que hasta ahora el juego de Spencer Torkelson haya carecido de brillo no significa que no vaya a brillar de nuevo en el futuro. Aun así, “no muchos” parece una respuesta justa.

La naturaleza transitoria del roster actual (a excepción de Javier Báez y Eduardo Rodríguez—ay, perdón) resulta chocante dado que Al Avila ha trabajado en la gerencia de los Tigres desde 2002 y sea el gerente general desde agosto de 2015. Siete años es mucho tiempo para que un plan de cinco años alcance la madurez. En el caso concreto de los Tigres es instructivo remontarse a 2016, la última vez que tuvieron una temporada ganadora (86-75). No era un gran equipo, pero tenía algunos jugadores que otros equipos codiciaban. Cuando llegó el momento de canjear a Justin Verlander, Justin Upton, Nick Castellanos y J.D. Martínez, Avila batalló por recibir algo parecido a un valor igual a cambio de ellos. Así, se convirtieron en algo como un equipo de expansión encabezado por un Miguel Cabrera, quien envejece rápidamente. La estrategia del equipo en el draft ha ido de un extremo a otro, primero casi todo picheo (en el 2016 tomaron lanzadores en las primeras siete rondas) y luego todo jugadores de posición (en el 2019 seleccionaron jugadores de posición con sus primeras seis selecciones y en el draft de 2020, atenuado por el COVID, seleccionaron a seis jugadores de posición y ningún lanzador). El enfoque puede haber reflejado lo que sentían que era el mejor jugador disponible cada vez que llegaba su turno de elegir, pero en la medida en que era un enfoque calculado para la construcción de la plantilla era peligroso: los lanzadores salen más rápido que los jugadores de posición. El reloj del arbitraje/agencia libre se cierne sobre todos.  Hoy en día no hay dinastías, sólo un ciclo de vida forzado que va desde el tanking hasta la cosecha de un montón de selecciones altas para graduar a un núcleo competitivo, todo a la vez, y luego verlos salir cuando llegan a su tercer y sexto año. Buena suerte con la sincronización cuando tus generaciones de draft son tanto una cosa como la otra. Y más vale que tu Torkelson se ponga manos a la obra cuando llegue su momento o todo se desmoronará.

Digamos esto a favor de Torkelson: ha obtenido 22 bases por bolas, la mayor cantidad en un equipo que juega como si siempre tuviera prisa por salir temprano e irse a comer. Por lo general, un novato no cambia el estado de ánimo del club de esa manera. No te equivoques, es un estado de ánimo. Cuando se añade un jugador como Javier Báez, que tiene la confianza o la arrogancia de creer que siempre puede batear a su manera, el mensaje a la plantilla es claro y los Tigres menos destacados lo han asimilado, en detrimento del equipo. El que vive por el BABIP muere por el BABIP y el día del juicio final de Báez era inevitable. Todos los reflejos acaban por ralentizarse; toda la suerte acaba por cambiar. Los Tigres se han comprometido con Báez por un total de seis años y $140 millones de dólares. Puede que se recupere esta temporada, o el año que viene, pero es un jugador equilibrándose en la punta de una aguja. Él representa el mayor error no forzado de Avila.

Los Tigres han estado esperando mucho tiempo para ganar su próxima Serie Mundial. Podrían celebrar el 40º aniversario del gran equipo de 1984 antes de llegar a otra. Lo maravilloso de aquel antiguo conjunto de talento de los Tigres no era su plantilla de lanzadores. Eso no quiere decir que los lanzadores no fueran muy buenos, lo eran. Los lanzadores abridores eran fuertes sin sugerir fuertemente “Cy Young” a nadie. Ese premio fue para el bombero Willie Hernández, al igual que el MVP de la Liga. Fue muy bueno, con un solo salvamento perdido en todo el año, pero no hizo nada que otros relevistas no hubieran hecho antes. En retrospectiva, parece que dar el MVP al mejor relevista de Sparky Anderson en lugar de a Alan Trammell, Kirk Gibson o cualquiera de los otros jugadores de posición, y de la misma manera darle el trofeo Cy Young en vez de a Dan Petry o Jack Morris, sugiere que los votantes piensan que los Tigres alcanzaron mayores profundidades que alturas. Esto no era exactamente exacto (algo obvio incluso en aquella época), pero en cierto modo era un cumplido. Es como si los votantes miraran a los Tigres como si estuvieran viendo “Los Vengadores” y dijeran: “Todos contribuyeron a salvar el mundo, así que demos los trofeos a Ojo de Halcón”.

No es una comparación totalmente inapropiada. Necesitas a tus Ojos de Halcón, igual que aquellos viejos Tigres necesitaban a Ruppert Jones y Rusty Kuntz para salir adelante. Necesitaban a Dave Bergman y Darrell Evans, no a Steve Garvey, del mismo modo que el club actual no necesitaba a Báez. Avila trató de apresurarse al final, poniendo la cereza a un pastel que aún no había horneado. El resultado es un equipo entero que batea como Deivi Cruz. Ha habido peores ofensivas en la era de la posguerra, pero no muchas, y la temporada aún no ha terminado. Olvida a los Dodgers y a los Yankees. Los Tigres son una especie de perfección, y ver lo que hacen después—en realidad lo que no harán—es una de las alegrías de la temporada. Pero no les pidas que hagan las cosas que hacen otros clubes. Sería como pedirle a un Quiznos sin carne que te haga un sándwich. Parece una petición razonable, pero, lo sepas o no, has venido al lugar equivocado.

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