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Image credit: Kelvin Kuo-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Bienvenidos a la Semana de Ohtani: una celebración de, pues, Shohei Ohtani. No ha habido un jugador más fascinante o apasionante desde que Ohtani llegó a nuestro continente en 2018. Con el tiempo, la curiosidad y la emoción iniciales que rodean al primer verdadero jugador de dos vías en la MLB en el último siglo se transformó en algo más: asombro puro y duro derivado de una superestrella que rompe barreras que antes se creían inalcanzables. Durante toda la semana, hablaremos del hombre más adorable—y posiblemente más talentoso—del béisbol. Así que ponte la gorra de los Angels, coge el cargador de tu portátil y adéntrate.

Soñamos—es bueno que estemos soñando—
Nos haría daño—si estuviéramos despiertos.
Pero como está jugando—nos mata,
Y estamos jugando—aúlla.

—Emily Dickinson, F584 (1863)

¿Has logrado alguna vez un sueño? No se trata de haber completado una tarea o haberse quitado una espina, sino de haber concluido un objetivo a largo plazo, que modifique tu identidad. No es necesariamente una preocupación para la mente promedio estos días; cuando no estamos simplemente sobreviviendo, hemos estado hipercentrados en conseguir y gastar más tiempo del que la gente se ha molestado en escribir poesía sobre ello. Pero el impulso humano básico es el de querer. Esto no es una simple observación, es así: seas quien seas, quieres. Y lo que quieres probablemente te impulsa. Shohei Ohtani quería ser un jugador de dos vías. Su temporada 2021 es algo más que un cuento de hadas: es un sueño hecho realidad.

Esta semana está dedicada a cuantificar el regalo que Ohtani ha dado a los fanáticos del béisbol tanto como nuestros escritores son capaces—y si estás suscrito a Baseball Prospectus, sabrás que la cuantificación es lo nuestro. Hay brazas que cuantificar, cada vez más incrédulas a medida que tu mente junta las piezas. Navega a la tabla de bateadores y Ohtani es quinto tanto por WARP como por DRC+; si vas a la tabla de lanzadores, te ves obligado a pulsar “cargar más” una vez para encontrar a Ohtani el lanzador (un punto para la gente que dice que debería batear a tiempo completo, supongo). Allí, su WARP de lanzamiento de 1.7 lo sitúa en el puesto 32; su DRA- de 71 lo sitúa en el puesto 27 entre todos los lanzadores (mínimo de 10 entradas lanzadas) y en el puesto 13 entre los abridores (mínimo de 50 entradas lanzadas). Ohtani aún no ha sido clasificado en la tabla de líderes de la defensa de los receptores, pero, bueno, es básico en la literatura de fantasía guardarse algo alucinante para la secuela.

La gente ha dicho a menudo sobre el compañero de equipo de Ohtani, Mike Trout, que sus estadísticas no hacen justicia a su talento expansivo. Lo mismo se ha dicho de Ohtani en varios momentos de este año, y en ambos casos el sentimiento—¡ojo!—podría superar la realidad. El bateador designado/lanzador/jardinero lidera la liga con 34 cuadrangulares después de conectar otro en la derrota del domingo contra Seattle (como es lógico, en los juegos en los que Ohtani se vuela la cerca, los Angels tienen una mediocre marca de 15-16), 10 más de los que PECOTA proyectaba en el resultado del percentil 99. Así que si te preguntas las probabilidades de que supere los 60 cuadrangulares, tendremos que mirar algo más que la proyección.

Con 34 vuelcacercas en 358 apariciones al plato, el pelotero de 27 años tiene una tasa de cuadrangulares del 9.5%. Ha aparecido en todas los partidos de los Angels excepto en dos, aunque sus hazañas como lanzador le han limitado a poco menos de cuatro apariciones al plato por partido. Sin embargo, si aparece al mismo ritmo en los próximos 70 partidos del equipo, Ohtani acumulará 272 apariciones más en la caja de bateo. A su ritmo actual, la leyenda en ciernes tendría 25.9 cuadrangulares más, y como el béisbol no se juega en fracciones, eso lo dejaría con 59 jonrones. Si llevas la cuenta, Giancarlo Stanton firmó su contrato de $325 millones de dólares tres años antes de que conectara 59 cuadrangulares. El máximo de su carrera hasta 2014 fue de 37, un total que Ohtani podría superar durante la semana en su honor.

Sigue siendo improbable que Ohtani se acerque tanto a la marca de diamante en cuadrangulares, aunque sólo sea porque el ritmo no es una probabilidad. Pero nada de lo que está haciendo esta temporada es improbable, excepto que lo está haciendo todo. Su tasa de 40.5% por ciento de cuadrangulares en elevados es la décima en la Liga (con un mínimo de 100 apariciones al plato), e incluso si se aumenta el umbral de apariciones a casi calificados (300 apariciones) es el tercero en la liga y el segundo en su propio equipo (detrás de Fernando Tatis Jr. y Jared Walsh). Sólo cinco jugadores en la historia de Statcast han bateado una pelota a por lo menos 119 millas por hora (191.5 kph), como lo hizo Ohtani en un doblete en abril. También, sin relación alguna, tiene una velocidad de sprint del nonagésimo segundo percentil y sus 12 bases robadas le sitúan en el decimoctavo puesto de las Mayores.

Los superlativos proliferan. Puedo señalar que el porcentaje de bateo aislado de .411 de Ohtani ocuparía el décimo lugar de todos los tiempos, superando la cuarta entrada de Mark McGwire en una lista en la que actualmente sólo figuran él, Barry Bonds y Babe Ruth. Su decimoquinto puesto de todos los tiempos en cuadrangulares por aparición le permitiría entrar en una lista en la que sólo figuran el trío antes mencionado, Josh Gibson, Sammy Sosa y Jim Thome. Y ha sido una presencia consistente en la lomita por primera vez en sus cuatro años en los Estados Unidos, silenciando a los discrepantes y a los escépticos, y forzando a quienes comercian con el pesimismo a utilizar expresiones metronómicas de certeza, dependiendo del momento: “todavía debería elegir [lanzar o batear “*, *seleccionado por el rendimiento del mes]. Siempre podrán decirlo, además, mientras tenga demasiado éxito para resolver el asunto. Y, sin embargo, no lo entienden: podría elegir ser un corredor emergente de tiempo completo y seguir encontrando formas de cautivarnos.

En este artículo apenas se ha hablado de la destreza de Ohtani sobre el montículo, ya que sus contribuciones ofensivas han sido tan cataclísmicas. Sin embargo, hay que recordar que, aunque han transcurrido casi tres años desde que se sometiese a la cirugía Tommy John, sus fracasadas salidas al montículo el año pasado deberían considerarse básicamente como un contratiempo, y esta temporada ha demostrado rachas de falta de control propias de un reciente regreso de cirugía de codo. Nunca ha superado las 4.0 bases por bola por cada nueve entradas en una temporada en la que haya lanzado al menos 100 entradas, y este año está en 4.7. Otro guiño a su continua recuperación es su continuo gobierno de velocidad en el montículo; en cada mes el diestro ha visto disminuir su velocidad máxima, en contraste con la progresión típica de un lanzador a lo largo de una temporada. Hablando a través de su intérprete, Ippei Mizuhara, después del Juego de Estrellas, en el que superó las 100 mph (161 kph) con una bola rápida por primera vez en tres meses, Ohtani dijo que eligió “tirar fuerte” sabiendo que sólo lanzaría una entrada. Así es, está ponchando al 30.7% de los bateadores que enfrenta sin ir a por todas. Y se está volviendo más inteligente.

Siempre se temió que este año fuera la última oportunidad de Ohtani, que fuera nuestra última oportunidad de verle hacer lo que obviamente podía y quería hacer. Esta temporada es la culminación de toda una vida de trabajo por su parte, y todo lo que se nos ha pedido como aficionados es lo único que se nos pide: creer. Se ha dicho que nadie cree sin morir. Pero eso es porque hay que entregarse a la creencia para encontrar el éxtasis en la realización.

Shohei Ohtani no tenía un deseo nebuloso, sino uno específico que parecía imposible. Los jugadores no lanzaban y bateaban, de la misma manera que no se le puede pedir a una aerolínea un asiento en la cabina de pilotos. Para sobrevivir como jugador de doble labor tuvo que enfrentar a la MLB y a la Liga Nipona, soportar oleadas de críticas y, en última instancia, tener éxito en ambas tareas más rápido de lo que se esperaría de cualquier otro jugador en cualquiera de ellas (otra recomendación aquí para el excelente artículo de Ben Lindbergh, previamente enlazado, en The Ringer). La épica temporada en la que estamos inmersos es el resultado de un sueño, elegido y luchado. Todos somos más ricos por ello, algo para recordar la próxima vez que tengas un sueño, especialmente uno imposible. Disfruten de la Semana de Shohei, amigos.

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